CHARLA CON KISHNAMURTI
Pregunta: ¿La mente es diferente del pensador?
Krishnamurti: Bueno, ¿el pensador es diferente de sus pensamientos?
¿Existe el pensador sin sus pensamientos? ¿Hay acaso un pensador aparte
del pensamiento? Si detenéis el pensamiento, ¿dónde está el pensador?
¿El pensador de un pensamiento es diferente del pensador de otro
pensamiento? ¿El pensador es distinto de su pensamiento, o el
pensamiento crea al pensador? ¿Y éste se identifica luego con el
pensamiento cuando lo halla conveniente, y se separa cuando no le
conviene? Es decir, ¿qué es el “yo”, el pensador? El pensador,
evidentemente, está compuesto de diversos pensamientos que han llegado a
identificarse en calidad de “yo”. Los pensamientos, pues, producen al
pensador, no al revés. Si no tengo pensamientos, no hay pensador. No es
que el pensador sea diferente cada vez, pero si no hay pensamientos no
hay pensador. De suerte que los pensamientos producen al pensador, como
las acciones producen al actor. El actor no produce acciones.
Comentario del auditorio: Parece Ud. sugerir, señor que dejando de pensar, el “yo” estará ausente.
Krishnamurti: El “yo” está hecho de mis cualidades, mi idiosincrasia,
mis pasiones, mis posesiones, mi casa, mi dinero, mi esposa, mis libros.
Todo eso engendra la idea de “yo”; yo no engendro todo eso. ¿Estáis de
acuerdo?
Comentario del auditorio: Encontramos difícil estar de acuerdo.
Krishnamurti: Si todos los pensamientos llegaran a cesar, el pensador
no estaría ahí. Por lo tanto los pensamientos producen al pensador.
Comentarios del auditorio: Todos los pensamientos y ambientes están ahí, pero eso no produce al pensador.
Krishnamurti: ¿Cómo surge a la existencia el pensador?
Comentario del auditorio: El está ahí.
Krishnamurti: Da Ud. por sentado que él está ahí. ¿Por qué dice eso?
Comentario del auditorio: Eso no lo sabemos. Debe Ud. decírnoslo.
Krishnamurti: Yo digo que el pensador no está ahí. Sólo hay acción, pensamiento, y entonces surge el pensador.
Comentario del auditorio: ¿Cómo surge el “yo”, el pensador?
Krishnamurti: Bueno, vamos por partes. Tratemos todos de abordar el
problema con la intención de encontrar la verdad; luego valdrá la pena
discutir. Estamos procurando descubrir cómo surge el pensador, el “yo”,
lo “mío”. Ahora bien, primero hay percepción, luego contacto, deseo e
identificación. Antes de eso, el “yo” no existe.
Comentario del
auditorio: Cuando mi mente esté ausente, nada percibiré. A menos que
haya primero un perceptor, no hay sensación. Un cuerpo muerto no puede
percibir, aunque ahí estén los ojos y los nervios.
Krishnamurti: Da Ud. por sentado que hay un ente superior, y el objeto que él ve.
Comentario del auditorio: Así es, al parecer.
Krishnamurti: Así lo dice Ud. Da por sentado que lo hay. ¿Por qué?
Comentario del auditorio: Mi experiencia es que sin la cooperación del “yo”, no hay percepción.
Krishnamurti: No podemos hablar de percepción pura. Ella está siempre
mezclada con el perceptor; es un fenómeno conjunto. Si hablamos de
percepción, el perceptor se ve de inmediato involucrado. Está más allá
de nuestra experiencia el hablar de percibir; nunca tenemos tal
experiencia, algo que pueda llamarse “percibir”. Podéis caer en un sueño
profundo, en que el perceptor no se percibe a sí mismo; pero en el
sueño profundo no hay percepción ni perceptor. Si conocéis un estado en
que el perceptor se perciba a sí mismo sin que intervengan otros objetos
de percepción, sólo entonces podéis hablar válidamente de “perceptor”.
Mientras ese estado sea desconocido, no tenemos derecho de hablar del
perceptor como de algo aparte de la percepción. Así, pues, el perceptor y
la percepción son un fenómeno conjuntos anverso y reverso de la misma
medalla. No están separados, y no tenemos derecho de separar dos cosas
que no están separadas. Insistimos en separar el perceptor de la
percepción, no habiendo fundamento válido para ello. No conocemos
perceptor sin percepción, ni percepción sin perceptor. La sola
conclusión valedera, por lo tanto, es que la percepción y el perceptor,
el “yo” y la voluntad, son dos caras de la misma medalla, dos aspectos
del mismo fenómeno, que no es la percepción ni el perceptor. Pero un
examen certero de esto requiere suma atención.
Comentario del auditorio: ¿Adónde nos conducirá?
Comentario del auditorio: Tenemos que descubrir un estado en que el
perceptor y la percepción no existen aparte, sino que son partes
integrantes del mismo fenómeno. El acto de percibir, sentir, pensar,
introduce la división entre perceptor y percepción por ser el fenómeno
básico de la vida. Si podemos seguir estos fugaces momentos del
percibir, conocer, sentir, actuar, y divorciarlos de la percepción por
un lado, del perceptor por el otro...
Krishnamurti: Señor, esta
cuestión surgió de la investigación acerca de la búsqueda de Dios. Es
obvio que la mayoría de nosotros queremos conocer la experiencia de la
realidad. Ella, por cierto, puede ser conocida tan sólo cuando el
experimentador deja de experimentar; porque el experimentador da origen a
la experiencia. Si el experimentador crea la experiencia, entonces
creará un dios; y eso, por lo tanto, no será Dios. ¿El experimentador
puede cesar? Ahí está toda la cuestión. Ahora bien, si el experimentador
y la experiencia son un fenómeno conjunto lo cual es obvio- entonces
el experimentador, el actor, el pensador, tiene que detener el
pensamiento. ¿No es ello evidente? ¿El pensador puede, pues, dejar de
pensar? Porque cuando él piensa, crea, y lo que él crea no es lo real.
Por consiguiente, para descubrir si hay o no hay realidad, Dios, o lo
que os plazca, el proceso del pensamiento tiene que terminar, lo cual
significa que el pensador tiene que cesar. Que él sea producido por los
pensamientos no viene al caso por ahora. Todo el proceso del
pensamiento, que incluye al pensador tiene que terminar. Sólo entonces
encontraremos la realidad. Veamos ahora, antes que nada, cómo ha de
hacerse para llevar ese proceso a su terminación, y quién ha de hacerlo.
Si es el pensador quien lo hace, el pensador sigue siendo producto del
pensamiento. El pensador, cuando pone fin al pensamiento, sigue siendo
la continuidad del pensamiento. ¿Qué ha de hacer, pues, el pensador?
Todo esfuerzo de su parte sigue siendo el proceso del pensamiento.
Espero que me exprese con claridad.
Comentario del auditorio: Hasta puede significar resistencia al pensamiento.
Krishnamurti: La resistencia al pensamiento, el reprimir todo pensar,
sigue siendo una forma del pensamiento; por lo tanto el pensador
continúa, y así jamás podrá hallar la verdad. ¿Qué ha de hacer, pues?
esto es muy serio y requiere sostenida atención. Todo esfuerzo de parte
del pensador proyecta al pensador sobre un nivel diferente. Esto es un
hecho. Si el pensador, el experimentador, hace positiva o negativamente
un esfuerzo para comprender la realidad, sigue manteniendo el proceso
del pensamiento. ¿Qué ha de hacer, pues? Todo lo que él puede hacer es
darse cuenta de que cualquier esfuerzo positivo o negativo de su parte
es perjudicial. Tiene que ver la ver la verdad al respecto, y no
simplemente comprenderla verbalmente. Debe ver que no puede actuar,
porque cualquier acción de su parte mantiene al actor, lo alimenta. Todo
esfuerzo de su parte, positivo o negativo, vigoriza al “yo”, al actor,
al experimentador. Todo lo que él puede hacer, pues, es no hacer nada.
Hasta el deseo, positivo o negativo, sigue siendo parte del pensar. El
debe ver el hecho de que cualquier esfuerzo que haga es perjudicial para
el descubrimiento de la verdad. Ese es el primer requerimiento. Si yo
quiero comprender, tengo que estar completamente libre de prejuicio; y
no puedo hallarme en ese estado cuando hago un esfuerzo, positivo o
negativo. Ello es arduo en extremo. Requiere un sentido de pasiva y
alerta percepción en la que no hay esfuerzo. Es sólo entonces que la
realidad puede proyectarse.
Comentario del auditorio: ¿Concentración en la realidad proyectada?
Krishnamurti: La concentración es otra forma del esfuerzo, que sigue
siendo un acto de pensamiento. Es obvio, por lo tanto, que la
concentración no conducirá a la realidad.
Comentario del
auditorio: Dijo Ud. que, positiva o negativamente, cualquier acción de
parte del pensador es una proyección del pensador.
Krishnamurti: Es un hecho, señor.
Comentario del auditorio: En otras palabras, Ud. distingue entre alerta percepción y pensamiento.
Krishnamurti: Voy a entrar poco a poco en la cuestión. Cuando hablamos
de concentración, ésta implica coacción, exclusión, interés exclusivo en
algo; y en ello está involucrada la opción. Eso implica esfuerzo por
parte del pensador, y el esfuerzo fortalece al pensador. ¿No es eso un
hecho? Tendremos, pues, que ahondar el problema del pensamiento. ¿Qué es
el pensamiento? El pensamiento es una reacción ante una condición, lo
cual significa que el pensamiento es una respuesta de la memoria; ¿y
cómo puede la memoria, que es el pasado, crear lo eterno?
Comentario del auditorio: No decimos que la memoria lo crea, porque la memoria es cosa sin percepción.
Krishnamurti: Es inconsciente, subconsciente; viene espontáneamente,
involuntariamente. Ahora tratamos de averiguar qué entendemos por
pensamiento. Para comprender la cuestión, no miréis en un diccionario;
mirad dentro de vosotros mismos, examinaos. ¿Qué entendéis por pensar?
Cuando decís que estáis pensando, ¿qué hacéis, realmente? Reaccionáis.
Reaccionáis mediante vuestro recuerdo del pasado. Ahora bien, ¿Qué es la
memoria? Es la experiencia, el almacenamiento de la experiencia de
ayer, ya sea colectiva o individual. La experiencia de ayer es recuerdo.
¿Cuándo recordamos una experiencia? Cuando ella no es, completa,
ciertamente. Tengo una experiencia, y esa experiencia es incompleta, sin
acabar; y deja una marca. A esa marca le llamo recuerdo, y ese recuerdo
responde a un nuevo reto. La respuesta de la memoria a un reto se llama
pensar.
Comentario del auditorio: ¿Sobre qué queda la marca?
Krishnamurti: Sobre el “yo”. Después de todo, el “yo”, lo “mío”, es el
residuo de todos los recuerdos, colectivos, raciales, individuales, etc.
Ese manojo de recuerdos es el “yo”; y ese “yo”, con sus recuerdos,
responde. Esa respuesta se llama pensar.
Comentarios del auditorio: ¿Por qué esos recuerdos forman un manojo?
Krishnamurti: Por obra de la identificación. Pongo todo en un saco, consciente o inconscientemente.
Comentario del auditorio: Hay, pues, un saco separado de la memoria.
Krishnamurti: La memoria es el saco.
Comentario del auditorio: ¿Por qué los recuerdos se adhieren unos a otros?
Krishnamurti: Porque son incompletos.
Comentario del auditorio: Pero los recuerdos son inexistentes, están en
estado de inercia, a menos que haya alguien que recuerde.
Krishnamurti: En otros términos ¿el recordador es diferente del
recuerdo? Recordador y recuerdo son dos caras de una moneda. Sin
recuerdo no hay recordador, y sin recordador no hay recuerdo.
Comentario del auditorio: ¿Por qué insistimos en separar al perceptor de
la percepción, al recordador del recuerdo? ¿No es ésta la raíz de
nuestra dificultad?
Krishnamurti: Lo separamos porque el
recordador, el experimentador, el pensador, adquiere permanencia
mediante la separación. Es obvio que los recuerdos son transitorios; de
ahí que el recordador, el experimentador, la mente se separe porque
desea permanencia. La mente que hace un esfuerzo, que lucha, que opta,
que es disciplinada, no puede, evidentemente, encontrar lo real; porque,
como ya lo dijimos, es por ese mismo esfuerzo que ella se proyecta y
sustenta al pensador. Ahora bien, ¿como libertar al pensador de sus
pensamientos? Esto es lo que estamos discutiendo. Porque cualquier cosa
que él piense tiene que ser resultado del pasado; y por lo tanto él crea
con la memoria un dios, una verdad, que evidentemente no es lo real. En
otras palabras, la mente se mueve sin cesar de lo conocido a lo
conocido. Cuando la memoria funciona, la mente sólo puede moverse en el
campo de lo conocido; y mientras ella se mueva dentro de ese ámbito,
jamás podrá conocer lo desconocido. Para librarnos de lo conocido,
cualquier esfuerzo es perjudicial, porque el esfuerzo sigue
perteneciendo a lo conocido. De suerte que nuestro problema consiste en
librar a la mente de lo conocido. Todo esfuerzo, pues, debe cesar.
¿Alguna vez habéis procurado no esforzaros? Si yo comprendo que todo
esfuerzo es inútil, que todo esfuerzo es una nueva proyección de la
mente, del “yo”, del pensador, si percibo la verdad a ese respecto, ¿qué
ocurre? Si yo veo bien claramente el rótulo “veneno” en una botella, no
la toco. No hace falta esfuerzo alguno para no ser atraído por ella. De
un modo análogo -y en esto estriba la dificultad mayor-, si me doy
cuenta de que todo esfuerzo de mi parte es perjudicial, si veo la verdad
al respecto, estoy libre de esfuerzo. Todo esfuerzo de parte nuestra es
perjudicial, pero no estamos seguros porque deseamos un resultado, una
realización, y ahí está nuestra dificultad. Seguimos, por lo tanto,
luchando y luchando. Pero Dios, la verdad, no es una recompensa, una
finalidad. Tiene ciertamente que venir a nosotros; nosotros no podemos
ir hacia ella. Si hacemos un esfuerzo para ir hacia ella, buscamos un
resultado una realización. Más para que surja la verdad, el hombre debe
ser pasivamente perceptivo. La percepción pasivo es un estado en el que
no hay esfuerzo. Consiste en ser perceptivo sin juzgar, sin optar, no en
algún sentido fundamental, sino de todas las maneras; en daros cuenta
de vuestros actos, de vuestros pensamientos, de vuestras respuestas
relativas, sin opción, sin condenación, sin identificaros ni negar, para
que la mente empiece a comprender todo pensamiento y toda acción, sin
juzgar. Esto induce a averiguar si puede haber entendimiento sin
pensamiento.
Comentario del auditorio: Por cierto, si uno es diferente a algo.
Krishnamurti: Señor, la indiferencia es una forma del juicio. Una mente
embotada, una mente indiferente, no es perceptiva. El ver sin juzgar,
el saber exactamente lo que ocurre, es la alerta percepción. Es, pues,
en vano que busquéis a Dios o la verdad sin ser perceptivos ahora, en el
presente inmediato. Es mucho más fácil ir a un templo, pero esa es una
huida hacia los dominios de la especulación. Para comprender la
realidad, debemos conocerla directamente, y es obvio que la realidad no
pertenece al tiempo ni al espacio. Ella está en el presente, y el
presente es nuestro propio pensamiento y acción.
Julio 4 de 1948.