Estimado Oscar:
El centro emocional superior es el camino hacia lo Divino.
De manera práctica, este centro superior despertará cuando una energía
que viene desde Arriba penetre y baje por atrás de tu cuerpo y girando
al final de la columna suba para ir a espiritualizar la región emocional
en tu pecho.
Está es la única posibilidad para llegar a
ser un Hombre, porque el verdadero Hombre es creado desde Arriba. Cuando
el centro emocional superior despierta la consciencia humana deviene un
Alma, una Individualidad, un Yo Soy. Desde abajo, por medio de los
esfuerzos voluntarios y sacrificios intencionales, decididos por uno
mismo, se crean las condiciones necesarias para recibir lo de Arriba, al
Señor. Estos trabajos prácticos sobre uno mismo crean las condiciones
de: quietud, abertura y consentimiento, y ahí se presenta el verdadero
Deseo por lo Superior; sin ese deseo difícilmente el contacto desde
Arriba se realice.
Detecto cierta contradicción cuando
dices: “¿cómo puedo entonces retirarme para no interferir con ese
proceso?”. Tú puedes hacer mucho para crear las condiciones necesarias,
hasta ahí llega tu trabajo a partir de tu propia voluntad, entrarás en
la nadidad, en el no-hacer, no intentarás ir más allá ni intentarás
retirarte para no interferir, ni nada por el estilo; simplemente quedas
abierto para que una fuerza superior que viene desde Arriba te contacte
espontáneamente, un Deseo profundo que consiente que una Voluntad más
grande que la suya haga el Trabajo.
Tu montaña de cada día
es recordar y aplicar lo que te indica el Trabajo: observarte,
recordarte y estar presente. Verás que cada vez que lo intentes en la
vida diaria, fracasarás, quedarás corto, no lograrás ascender hasta la
cima; pero mientras continúes tratando y tratando, cada intento dejará
una gota de la sustancia necesaria para lograr lo imposible. El Trabajo
es imposible, por eso mismo vale la pena intentarlo una y otra vez. Pero
si persistes con entrega total y sin expectativa alguna, un día el
Trabajo nacerá en ti y lo imposible comenzará a ser posible.
Existe cierta confusión en cuanto a las leyes que mencionas. La ley
del Tres crea todos los fenómenos. La ley del Cuatro es el movimiento
verdadero hacia una meta. Y la ley del Siete es una interrelación de
tres procesos que se refuerzan mutuamente. La ley del Cuatro nos ayuda a
alcanzar una meta. Uno, existe un estado actual de nuestro ser. Dos,
existe la imagen de lo que deseamos llegar a ser, un ideal u Hombre con
un Yo real. Y tres, existen dos medios para alcanzarlo: esfuerzos
conscientes y sufrimientos intencionales. Los esfuerzos se realizan por
intermedio de una lucha interna entre dos partes o centros nuestros. Los
sufrimientos intencionales es poner fuera de ti algo valioso con lo que
cuentas, tus propios deseos que buscan satisfactores en el mundo
externo, la disminución de tu propio ego, tu yo caído o el usurpador del
lugar del verdadero Yo.
La emoción real es una unión del sentimiento y de la razón.
Y como lo mencionas, tú si puedes ya detectar que ciertas
personas están trabajando prácticamente y que vale la pena compartir
experiencias con ellos.
Un día tú me preguntaste: “¿Cómo se dio usted cuenta que yo valía la pena por lo que escribí en otra Comunidad?”
Ahora tú lo estás logrando, presiento que detectas que Simón
está refiriéndose a experiencias reales, y que por lo tanto, debe estar
trabajando prácticamente en algún Grupo genuino de Trabajo. Y que el
relato de Homero es sincero, aunque lo que escribí yo con referencia a
su vivencia, para posibilitar que Eduard lo captara desde un punto de
vista más extenso, quizás le haya servido mucho más al mismo Homero.
¡Confía en el Trabajo! ¡El Trabajo te dará cincuenta veces más de lo que puedas lograr por ti mismo! ¡Confía en Dios!
Un fuerte abrazo de parte mía para ti, hermano, y hazlo extensivo a cada uno de los miembros de tu Grupo en Chile...
En nuestro estado ordinario tenemos vida en los dos mundos, pero
no hay una conexión entre ellos, y por esta razón el segundo mundo se
vuelve para nosotros el material de los sueños. Cuando se establece una
conexión, convierte el ver en ver, el pensar en pensar. Hemos de
asegurarnos de que al hablar de estas cosas no lo convirtamos todo de
nuevo en un sueño. Hemos de descubrir aquello que es inconfundible. Para
mí, una de las marcas más útiles de este cambio aparece en nuestro
estado físico. Nos sentimos físicamente diferentes. Nos percatamos mejor
de nuestros cuerpos y, al mismo tiempo, nos sentimos más libres
respecto a ellos. Casi por sí misma, en ese momento, nos sobreviene la
relajación.
Una de las prácticas más importantes
que tenemos es: la de la sensación. Si somos capaces de entenderla de
domeñarla, nos llevará al umbral del mundo interno, no como un sueño,
sino substancialmente. A un lado de la sensación se encuentra el mundo
externo y las consecuencias de una vida interna. Al otro, la experiencia
misma, la vida interna. La sensación es realmente la interfaz entre dos
mundos.
Lo que hay en el primer mundo es muerto, inanimado, inerte.
El estado de inercia mental es el estado que llamamos: “sueño”.
Necesitamos buscar y atesorar realmente los momentos de despertar, pues
poco a poco crean en nosotros la convicción de que es posible otro modo
de vida.
Pero si el mundo del cuerpo no puede satisfacernos,
¿puede hacerlo el mundo de los espíritus? Aunque ese mundo espiritual
tiene quizá sólo la mitad de restricciones que el mundo corporal, no
deja de ser un mundo condicionado. No existe la misma clase de tiempo, y
no hay ahí nada que sea realmente permanente. Sigue estando separado de
la Fuente. Eso es lo terrible del mundo de los espíritus: no es un
entorno donde exista el apoyo externo en la forma de un cuerpo, ni un
mundo de luz en el que haya fortaleza y apoyo desde Arriba. Para que
haya permanencia hemos de entrar en el tercer mundo. Este tercer mundo
es al que la Voluntad de Dios puede llegar directamente sin tener que
pasar a través de intermediarios.
Lo que hemos llamado el segundo
cuerpo, o cuerpo Kesdjan, no nos proporciona un hogar permanente. Es
más bien como una “barca” que puede transportarnos sobre el océano.
Tarde o temprano tenemos que deshacernos de ella. Es algo muy importante
adquirir un segundo cuerpo; pero también es supremamente importante ser
capaces de “arrojarlo” una vez que ha hecho su trabajo.
Todo
paso de un mundo a otro es una muerte y una resurrección, un
aniquilamiento y un devenir. Algo se va o se pierde, y algo de un orden
diferente puede entrar. Liberarse del primer mundo es desilusionarse con
este mundo de leyes y cuerpos. La liberación del segundo mundo es
realmente desilusionarse con uno mismo y con lo que podemos hacer.
Sólo es posible pasar al tercer mundo cuando estemos completamente
desilusionados con nuestra propia capacidad para conseguir algo por
nosotros mismos; cuando uno ve que cualquier cosa que haga resulta
frustrante, y que incluso tiene que producir su opuesta. Es la
desilusión de la acción o hacer. Es el final de la creencia de que uno
puede conseguir algo por sí mismo.
Podemos llegar a saborear esto
si realmente trabajamos en preguntarnos a nosotros mismos en medio de
la vida: “Hay pensamientos, pero ¿quién está pensando estos
pensamientos? Hay acciones, pero ¿quién está haciendo estas acciones?
Realmente es posible vislumbrar y ver por un momento que no hay nadie
pensando y actuando. Una vez establecido esto, es la segunda desilusión.
Podemos estar muy desilusionados con el mundo de los cuerpos, pero
seguir creyendo en nosotros mismos, y en lo que podemos conseguir para
nuestra propia satisfacción. Si llegamos a esa muerte, comprenderemos
que el cambio real no se basa en nuestro poder, que carecemos de poder,
que todo está conectado en el mundo de los espíritus por leyes que no
podemos gobernar. Esto es el principio, y sólo el principio de la
realización de que la vida en el mundo de los espíritus es algo
transitorio, y que no puede ser de otro modo.
Esta muerte no es un
rechazo de uno mismo, sino una aceptación de nuestra propia naturaleza.
Pensar que uno puede rechazarse a sí mismo es una ilusión. Hay otro tipo
de cosas falsas que pueden suceder aquí, diversos tipos de
desesperación, rebelión y rechazo, que nos mantienen en la ilusión de
que somos algo. El rechazo de uno mismo es una trampa, no una
liberación. Podemos desesperarnos por no ser capaces de hacer lo que
queremos hacer, o porque hemos actuado de un modo que sentimos que nos
disgusta o desazona; pero todo esto surge porque todavía creemos que
somos algo y que podíamos haber actuado de otra manera.
Esta
segunda muerte es una liberación real, y algo cambia en nosotros. La
primera muerte puede no cambiarnos, dejándonos sin base para otro tipo
de vida. Con la segunda muerte, una nueva luz llega. Ya no nos sentimos
separados de otra gente, y realmente nos damos cuenta de que “estamos
todos en la misma barca”. Pero para que realmente algo cambie en
nosotros de este modo, debe de haber algo, el cuerpo Kesdjan, en donde
pueda establecerse dicho cambio.
Que el cambio real no se basa en
nuestro poder, que carecemos de poder, que todo está conectado en el
mundo de los espíritus por leyes que no podemos gobernar. Esto es el
principio, y sólo el principio de la realización de que la vida en el
mundo de los espíritus es algo transitorio, y que no puede ser de otro
modo.
CARLOS