Este ejercicio debe practicarse todos los días, preferentemente por la mañana, tan pronto como sea
posible después de levantarse. Es el «trabajo en calma». Antes de
comenzar el ejercicio propiamente dicho, es útil prepararse durante unos
días de la manera siguiente:
Antes de levantarse por la mañana, uno ha de concentrarse en su cuerpo y
debe intentar ser consciente de todas las sensaciones que se presentan.
Hay que dejar que la atención se pasee por cada parte del cuerpo, desde
la cabeza hasta los pies. Uno debe notar de qué partes del cuerpo es
consciente, y con qué claridad e intensidad. Hay que notar todas las
partes que parecen calientes o frías, los pequeños dolores o tensiones
musculares inútiles. Cuando uno se da cuenta de ellas, hay que dejarlas
por el momento, sin intentar relajarse prematuramente. En principio, hay
que llegar a ser consciente de las situaciones y de sus límites
precisos…
Una vez levantado, durante el aseo, hay que intentar
mantenerse consciente de las sensaciones espontáneas del cuerpo: ¿es más
fácil sentir las sensaciones de una parte del cuerpo cuando se está en
movimiento o cuando se está en reposo? A medida que uno se vuelve cada
vez más consciente de las diferentes sensaciones y movimientos del
cuerpo, se debe comenzar a notar si se encuentran combinaciones entre
las diferentes sensaciones y tensiones, es decir, los acontecimientos
que van juntos, que aparentemente forman un todo que se siente al mismo
tiempo...
Se debe notar igualmente si, de tiempo en tiempo, uno
retiene el aliento o incluso deja de respirar durante un tiempo más o
menos corto, y si se acompaña de alguna sensación o
tensión
especial. ¿Existe una relación entre las modificaciones del ritmo
respiratorio y la mirada? ¿Cuándo se esfuerza en escuchar, en oír mejor?
¿Cuándo se experimenta alguna sensación insólita en la piel? ¿Qué otras
combinaciones de sensaciones descubre?
Tras realizar
correctamente tal preparación, se pasa al ejercicio propiamente dicho,
la sensación del cuerpo o de uno mismo. Debe ejecutarse, de ser posible,
un par de veces al día, después de levantarse y antes de acostarse…
Hay que sentarse bien derecho, sobre una silla dura, con la espalda
recta, los pies descansando firmemente sobre el suelo, juntos, y las
palmas de las manos sobre los muslos, tan cerca de las rodillas como sea
posible. Los dedos deben dirigirse hacia adelante, pero no han de
permanecer rígidos; el índice, paralelo al muslo, y los otros dedos,
colocados sin tensión a cada lado. La cabeza debe estar en equilibrio
sobre la columna vertebral, erguida, pero sin tensión ni rigideces.
Cuando uno comienza el ejercicio, un cojín colocado entre la espalda y
la silla ayuda a sostener la columna vertebral bien recta. El cuerpo
debe permanecer distendido, sin caerse de la silla, y el espíritu debe
tranquilizarse. La mirada debe dirigirse hacia delante, y replegarse el
mentón hacia el cuello, pero sin tensión alguna…
A continuación,
se cierran los ojos. Se relajan todos los músculos en la medida de lo
posible, comenzando por los pequeños músculos faciales. Es más fácil si
los ojos, cerrados tras los párpados, miran hacia abajo..
Cuando
uno está seguro de que todos los músculos del cuerpo se han relajado por
completo, hay que verificar aún el estado de los músculos faciales, del
cuello, de los hombros y del resto de las articulaciones. Entonces hay
que dirigir toda la atención sobre el brazo derecho. Uno llega a ser
consciente del brazo entero, desde la punta de los dedos hasta el
hombro. Hay que tomarse el tiempo necesario, asegurarse bien de que se
experimenta en efecto, en esa parte del cuerpo, una sensación a la cual
no se está habituado. Se sabe que uno tiene un brazo derecho fijando la
atención en el brazo. A partir de que uno es consciente del brazo
derecho, hay que retirar súbita y completamente la atención, y llevarla
sobre la pierna derecha: se es consciente de la pierna entera, desde la
punta de los dedos hasta el muslo y la ingle derecha…
En la
medida de lo posible, hay que llegar a «ser» la pierna derecha. No hay
que permitir que nada coexista con ella en el consciente. No se debe
tener prisa, pero una vez consciente de la sensación de toda la pierna,
se debe retirar una vez más la atención y fijarla, de la misma manera,
sobre la pierna izquierda. Después, cuando uno está preparado, hay que
retirar la atención de la pierna y llevarla al brazo izquierdo, y cuando
se haya conseguido, decirse interiormente, en silencio y con
convicción: «sé que estoy aquí»…
De nuevo se repite el proceso, pero esta vez intentando conservar la sensación en cada miembro tanto tiempo como sea posible…
Nunca hay que permitir que desaparezca la sensación en contra de la
voluntad. Esta segunda vez es, a menudo, más fácil que la primera y se
tiene la consciencia de una cierta sensación en cada miembro. La
sensación experimentada se expresa de manera diferente de una persona a
otra…
Una vez más, hay que efectuar el recorrido completo del
ciclo, es decir, brazo derecho, pierna derecha, pierna izquierda, brazo
izquierdo, y llevar entonces la atención sobre el resto del cuerpo,
desde los órganos sexuales hasta la cabeza, esforzándose en mantener
esta sensación del cuerpo entero durante tanto tiempo como sea posible.
Después, hay que retirarla completamente antes de que desaparezca por
ella misma. Cuando se haya conseguido, hay que decirse de nuevo
interiormente y con una gran convicción: «siento que soy ahora». Durante
ambas veces, pasando de una parte del cuerpo a la siguiente, se retira
la atención de la parte sentida y, entonces, se cesa de sentir. En la
tercera y última vez hace falta el esfuerzo de no perder la sensación de
las diferentes partes del cuerpo pasando de una parte a otra. Es decir,
cuando se efectúa el repaso, no hay que retirar toda la atención, sino
que hay que guardar la atención suficiente para continuar sintiendo la
parte «abandonada» hasta el final del ejercicio. De esta manera, cuando
se efectúa el proceso completo del cuerpo, la persona es consciente al
mismo tiempo de la sensación de cada parte del cuerpo y del cuerpo como
un todo. Hay que guardar esta sensación global el máximo tiempo antes de
retirar la atención y terminar el ejercicio…
La tercera y última vez se efectúa de la manera siguiente:
Se dirige la atención sobre el pulgar de la mano derecha, y si es
posible, hay que llegar a ser consciente incluso de su uña; después,
sobre el índice y, uno tras otro, sobre el resto de los dedos de la
mano. Entonces, hay que dejar una parte de la atención en los dedos y
pasar a la palma, después, al dorso de la mano, y de ahí, al puño. Se
continúa guardando una parte de la atención en cada parte abandonada a
medida que se sube a lo largo del brazo: antebrazo, codo, brazo, hombro y
axila. La persona debe ser consciente, en ese momento, del entero brazo
derecho, desde las uñas hasta la punta del hombro y la axila...
Después, hay que enfocar la atención progresivamente en sentido inverso,
es decir, comenzando por el hombro y terminando por los dedos. Una vez
que se ha retirado completamente la atención del brazo, hay que
reemplazarla de golpe por la atención al brazo entero y continuar siendo
consciente de la sensación de este brazo, mientras uno continúa el
ejercicio efectuando el mismo proceso para el resto de miembros (pierna
derecha, pierna izquierda, brazo izquierdo)…
Se continúa probando
la sensación en los cuatro miembros, y se fija la atención sobre los
órganos sexuales externos e internos. En ese momento, se avanza desde lo
bajo hacia lo alto del cuerpo subiendo por la columna vertebral y
sintiendo el recorrido en cada nivel sucesivo: espalda, costados,
vientre, pecho, cuello y, al final, la cabeza…
En relación a la
cabeza, se empieza por la sensación del mentón, el labio inferior, las
encías y los dientes de la parte inferior, la lengua, el paladar y el
interior de la boca, las encías y los dientes de la parte superior, el
labio superior, la mejilla derecha, la mejilla izquierda, la nariz, el
ojo derecho, el ojo izquierdo y la frente. Llegados a este punto, se
siente la cara por entero, como una máscara. Se pasa a la frente, el
cuero cabelludo, la oreja derecha, la oreja izquierda y la nuca. Se
retiene la sensación del cuerpo entero (extremidades, tronco, cuello y
cabeza) durante tanto tiempo como sea posible.
Entonces, antes
de retirar la atención del cuerpo, uno se dice a sí mismo de la misma
forma que en procesos anteriores: «aquí, ahora, yo soy». Una vez acabado
el ejercicio de sensación corporal, hay que ser consciente de que uno
mismo es quien ha realizado el esfuerzo de dirigir la atención sobre su
cuerpo por propia voluntad. Hay que estar seguro de acordarse siempre
que ninguna otra persona puede dirigir el cuerpo de uno ni controlar la
propia atención. Sólo uno mismo, el yo, es capaz de hacerlo…
En
tal estado de saber, de sentir el yo que reacciona, es cuando
verdaderamente se comienza a experimentar, a ser consciente. Esto se
llama «recordarse a uno mismo», «ser consciente de uno mismo»,
«presencia de uno mismo» o «sensación de uno mismo». Este estado es muy
especial, y cuando la persona llega con éxito a probarlo, a sentirlo,
tal estado se puede reconocer en el futuro por su «gusto» particular y
singular…
Hay que hacer el esfuerzo de acordarse de dicho gusto
para ser capaz de conectarlo, a voluntad, todas las veces que uno se
olvida de querer estar en ese estado…
El esfuerzo de practicar el
ejercicio para llegar a ser consciente de la sensación del cuerpo, y no
olvidarse de hacerlo, el «trabajo en calma», procura un beneficio
inestimable, según el pensador, cuyo valor es indecible y múltiple. Al
principio, es imposible obtener la sensación corporal sin un esfuerzo
consciente. La sensación «normal» nunca es mecánica, como lo son el
dolor u otras molestias. El sobreesfuerzo consciente implica la voluntad
y le permite a uno adquirirla con esta disciplina, como hace un faquir,
pero ignorando las restantes posibilidades de desarrollo de los centros
emocional y del pensamiento. Gurdjieff opina que uno de los puntos
importantes de este ejercicio tiende a que uno se separe constante e
inconscientemente de la sensación de sueño agradable. Ello impide
ejecutar el ejercicio de forma correcta, es decir, conscientemente, ya
que desde que la atención es captada por un sueño, la persona comienza a
imaginar que continúa trabajando, aunque en realidad no lo está
haciendo. El sueño inconsciente constituye un proceso inútil y no
conduce al desarrollo de uno mismo…
Otra circunstancia a evitar
mientras se está practicando el ejercicio son los pensamientos que
distraen la atención y la concentración sobre el cuerpo y sus
sensaciones. En ese caso, hay que decirse a uno mismo: «detente, déjame
hacer mi trabajo ahora y te dejaré hacer lo que quieras más tarde». Lo
esencial de este ejercicio es no permitir que los pensamientos se ocupen
de otra cosa más que de la experiencia propia de la sensación del
cuerpo:
Experimentar una sensación no es lo mismo que percibir un
sentimiento o emoción, pensar o saber. La persona piensa y conoce con
su espíritu mental o intelectual, la persona siente con las pasiones,
emociones y sentimientos, pero contacta con el mundo a través de los
sentidos, internos y externos. Se puede decir que estos tres tipos
diferentes de experiencia tienen lugar gracias a tres centros distintos:
el centro activo, el centro pensador y el centro emocional, sentimental
y pasional. Para realizar el esfuerzo de sentir; es necesario que la
persona se encuentre tranquila, el cuerpo distendido, y el espíritu en
reposo. Ninguna parte del cuerpo debe estar rígida ni crispada. Para
ello, hay que fijarse en los músculos faciales, ya que a menudo, cuando
se hace un esfuerzo cualquiera, las cejas se contraen y la frente se
arruga. No se debe permitir que ello se produzca, sino que hay que
relajar los músculos sin la función inmediata de mantener el cuerpo en
la posición deseada…
Puede ser de ayuda repetirse, silenciosa e
interiormente, la orden de que la atención se pose sobre las diferentes
partes del cuerpo; por lo menos, al principio, ello facilita seguir el
orden correcto de progresión de la consciencia de sensación corporal.
Esto impide también, en gran medida, que aparezca un estado de sueño. Si
al realizar el ejercicio uno nota que va a dormirse o tiene sensación
de somnolencia, hay que caminar dos o tres veces alrededor del asiento y
recomenzar…
Algunas personas sienten su cuerpo más fácilmente si
dirigen sus ojos hacia la parte sobre la cual se centra la atención, y
así llegan a ser conscientes de la sensación, o bien imaginan
(visualizan) esta parte mentalmente. Esto es de mucha ayuda, sobre todo
cuando se comienza a practicar el ejercicio de trabajo en calma; pero no
es preciso que la cabeza se incline o se desplace de su posición de
equilibrio sobre la columna vertebral…
Según Gurdjieff, es
necesario comprender que la finalidad del ejercicio consiste en llegar a
ser consciente de la sensación corporal normal, siempre presente en el
cuerpo. Éste no es un ejercicio de visualización-imaginación, y no hay
que desviarse de ese fin; ser capaz de visualizar de una manera fácil y
conveniente constituye una ventaja en todo trabajo interior…
El
ejercicio de recordarse a uno mismo comienza con el empleo intencionado
de la facultad de dirigir, a voluntad, la atención de uno mismo sobre
una parte determinada del cuerpo y, al mismo tiempo, de saber que «yo
estoy» aquí para hacer precisamente eso, y que lo hago ahora por «mí
mismo», en el momento presente y actual, por «mi» propia voluntad y al
servicio de «mi» albedrío. Cuando se llega a tener éxito, incluso una
sola vez, entonces uno ya se encuentra en el camino de sentir y de
«ser», no importa dónde ni en qué momento; de saber que «soy»…
Este objetivo no tiene por qué ser difícil de alcanzar. Fue Gurdjieff
quien habló primero de «recordarse a sí mismo» y quien señaló este
olvido en el hombre, así como el primero en proponer a sus alumnos
ejercicios que permitían entrar en ese estado. Antes de Gurdjieff,
ningún psicólogo lo había remarcado, pero a partir de él, numerosas
escuelas de psicología y de esoterismo lo han adoptado, normalmente sin
referencia alguna a Gurdjieff…
Cuando una persona practica dicho
ejercicio a menudo con el fin de adquirir una gran facilidad por sentir,
llegar a ser consciente y tener la sensación del cuerpo, debe realizar
el esfuerzo suplementario de alcanzar, al mismo tiempo, el estado de
recordarse a sí mismo durante todo el ejercicio…
Ese estado de
tener consciencia de uno mismo simultáneamente a la consciencia de la
sensación del cuerpo, se denomina «estado de recogimiento». Hay que
guardarlo el máximo tiempo posible, sin dejar que la sensación corporal
desaparezca ni disminuya contra la voluntad de uno mismo. En el momento
en que la sensación del cuerpo comienza a debilitarse, hay que retirar
la atención de la propia decisión. Se debe hacer saber al cuerpo que es
uno mismo el maestro, y no al revés:
Nunca hay que permitir a una voluntad cualquiera que prevalezca sobre nuestra voluntad…
La sumisión a la voluntad de otro sólo conduce a la perdición, y nunca a la consciencia objetiva…
Cuando la persona ha adquirido el gusto de recordarse a sí misma y sabe
cómo llegar rápidamente a la consciencia de la sensación corporal, es
decir, a entrar a voluntad en el estado de recogimiento, se deben
mantener los ojos abiertos durante todo el trabajo en calma…
Aportado por Carlos De La Garza