Se reconoce generalmente a una persona madura cuando es responsable,
defiende su punto de vista respetando el de los demás, tiene un modo de
enfrentar la vida y un conjunto de normas con las cuales se plantea su
posición en ella.
En cambio se reconoce a las personas inmaduras por representar exactamente lo contrario.
Ahora, en relación a lo espiritual, la madurez no es necesariamente sinónimo de espiritualidad.
La persona no está espiritualmente madura nunca lo hace, ya que la
condición de persona es una máscara que va variando y cambiando con los
conocimientos y las experiencias, la persona es impermanente.
En
la vía espiritual se reconoce que hay un perpetuo cambio y un juicio de
esas características, que espera que la persona madure, genera una
espera que se transforma en una barrera; la senda debe recorrerse, no es
posible detenerse.
Al comprender lo falso como falso, eso es todo lo que uno puede hacer; no se puede cambiar una cosa en otra.
Antes de que cuerpo viniera a la existencia uno era,uno es. Antes que nos identifiquemos con el cuerpo, ya era.
Desde que he dado cuenta de mi verdadero estado permanente, no tengo ninguna necesidad de nada del mundo.
Muchos tienen referencia que como persona son débiles, que no están los
medios necesarios para salir de esa debilidad, y el instinto de
conservación provoca miedo.
Todo miedo, en el fondo, es miedo de la vida como se conoce, no es fácil evitarlo, pero sí podemos impedir que nos manipule.
Cuando intentamos solucionar el miedo, lamentablemente, por ignorancia formamos más miedo en nuestro entorno.
Para evitar que el miedo se vuelva dominante es preciso reconocer el primer principio de vida que es el amor.
Lo que sea que hagamos, que nos mueva el amor.
En este sentido hay una total aceptación de todo lo percibido, como contenido de la Conciencia Esencial.
R.Malak.