ES SÁBADO, SEÑOR
(Mt 12,1-14; Mc 2,23-28. 3,1-5; Lc 6,1-11)
Sube, Señor, a mi Jerusalén, atraviesa mis mieses,
recoge la cosecha de mi fe y amasa con mi harina pan de preces.
Pero has llegado en sábado, ¡oh, Dios!
el tiempo del amor está cumplido, mi primavera al Sol
se ha agostado sin tu agua en mi camino.
Hoy tengo el alma seca, está marchita, ansiosa de perdón.
Tú que eres manantial de la alegría apaga mi dolor.
Si me dices :"¡Levántate!", aunque sea en mi sábado final,
inundaré la tierra de mis valles con las aguas benditas de tu mar.
Es sábado, Señor, y en este día cimientos consagrados se estremecen
con la fuerza esencial de tu carisma.
Porque eres rey de reyes piden tu sacrificio.
Tú ofreces celestial misericordia del Padre, que por Ti,
su amado Hijo, nos redime y nos da su amor, su gloria.
¡Arranca las espigas!
¡Trilla, aventa las mieses en tus eras!
Riega con agua viva la tierra que a tus vides alimenta.
Y será Santo el Sábado, revelará a las piedras el misterio.
Se abrirán los Sagrarios.
¡Tú serás pan y vino de tu pueblo!
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