No es esta noche invitación al sueño, ni al amor, que se niega a comprenderte; es más bien un preámbulo de muerte, acantilado en el que me despeño.
Inadmisible tu cariz risueño, que en amargor de labios se convierte; ya no voy a luchar por retenerte, el fruto de tu mies es tan pequeño...
Yo, que dejé vacío mi granero esperando la siega, y llega enero, con su escarcha, y agosto se ha perdido.
Yo, que esperé dormir, y en la mañana verme en tus ojos a la luz temprana, ya no recuerdo haberte conocido.
Francisco Álvarez
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