Una vez, los órganos del cuerpo, es decir los ojos, los oídos y los miembros, se pusieron celosos de la lengua, diciendo que ellos hacían todo el esfuerzo para conseguir alimento, pero la que lo disfrutaba era la lengua. Dejaron de trabajar, y no enviaron más alimento. La lengua es el órgano que prueba la comida y deja pasar sólo los artículos apetecibles, los cuales, en los órganos internos, son convertidos en la energizante sangre. La lengua no los retiene. Si no fuera por esta parte vital que ejecuta la lengua, los demás órganos no podrían funcionar en absoluto. Cuando los demás órganos se pusieron celosos de la lengua y dejaron de enviar alimento con la intención de dañarla, con esta acción sellaron su propia ruina, al no haber más alimento y por consiguiente tampoco provisión de energía para que funcionaran. De la misma manera, los celos de parte de una persona resultan finalmente en su propia ruina.
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