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De: geronimo (Mensagem original) |
Enviado: 12/09/2009 16:09 |
El círculo del 99 Había una vez un rey muy triste que tenia un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse como el paje, estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó lo que sucedía. - ¿Porqué él es feliz? - Ah, majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo. - ¿Fuera del círculo? - Así es. - ¿Y eso lo hace feliz? - No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz. - A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz. - Así es. - Y él no está. - ¿Y como salió? - ¡Nunca entró! - ¿Qué círculo es ese? - El círculo del 99. - Verdaderamente no entiendo nada. - La única manera para que entienda, sería mostrárselo en los hechos. - ¿Cómo? - Haciendo entrar a su paje en el círculo. - Eso, obliguémoslo a entrar. - No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, el entrara sólito, sólito. - Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad? - Sí, se dará cuenta. - Entonces no entrará. - No lo podrá evitar. - Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él ¿y no podrá salir? - Tal cual Majestad. ¿Está dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo? -Si. - Bien, esta noche lo pasaré a buscar. Debe tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más, ni una menos, ¡¡¡99!!! - ¿Qué más? ¿Llevo a los guardias por si acaso? - Nada más que la bolsa de cuero, Majestad, hasta la noche. - Hasta la noche. Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron al alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarro la bolsa y le pincho un papel que decía: - Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste. Y la dejo en la puerta del sirviente. El sirviente agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra su pecho, miró hacia todos lados y entró a su casa. El, que nunca había tocado una de esas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacia brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas: Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis...mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: 9 monedas!!! Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. - No puede ser - pensó - ¡Me robaron! - gritó. - Me robaron, ¡¡¡malditos!!! 99 monedas. Es mucho dinero - pensó. - Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo - pensaba. - Cien es un número completo pero noventa y nueve, no. El rey y su asesor miraban la escena por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa, la escondió entre la leña y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda numero cien? Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Después quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Saco el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. El mismo, después de todo, terminaba su tarea en el palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche. Saco las cuentas sumando esas extras, en siete años reuniría el dinero. Y así siguió durante horas haciendo sus cálculos... El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99!!!! Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entro a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de pocas pulgas. - ¿Qué te pasa? - preguntó el rey de buen modo. - Nada me pasa, nada me pasa. - Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo. - Hago mi trabajo, ¿no? Que querría su Alteza, ¿que fuera su bufón y su juglar también? No paso mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor. Todos nosotros hemos sido educados con ésta estúpida ideología: Siempre nos falta algo para estar completos, y solo completos se puede gozar de lo que se tiene. Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta... Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida. Pero que pasaría sí la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe que nuestras 99 monedas son el cien por ciento del tesoro. Que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que ésta es solo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que jalemos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual... eternamente igual! Cuantas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de nuestros tesoros tal como están. Pero ojo, reconocer en 99 un tesoro no quiere decir abandonar los objetivos. No quiere decir conformarse con cualquier cosa. Porque ACEPTAR es una cosa y RESIGNARSE es otra.
Una Historia Simpática Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura como siempre tan loca les propuso: - ¿Vamos a jugar a las escondidas? La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad, sin poder contenerse preguntó: - ¿A las escondidas? ¿Y eso cómo es? - Es un juego - explicó la Locura, - en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego. El Entusiasmo bailó secundado por la Euforia, la Alegría dió tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. La Verdad prefirió no esconderse: - ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban. Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse. Uno, doa, tres... comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre se dejo caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol mas alto. La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: - ¿Un lago cristalino? (ideal para la Belleza). ¿Qué si la hendija de un árbol? (perfecto para la Timidez). ¿El vuelo de la mariposa? (lo mejor para la Voluptuosidad). Una ráfaga de viento? (magnífico para la Libertad). Y así terminó por ocultarse en un rayito de sol. El Egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero solo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido se me olvidó donde se escondió... pero eso no es lo importante. Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado hasta que divisó un rosal y estremecido decidió esconderse entre sus flores. Un millón - contó la Locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la Pereza, solo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre Teología. Y la Pasión y el Deseo, se sintieron en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la Envidia y claro, así pudo deducir donde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo que ni buscarlo. El sólito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos, el Talento entre la hierba fresca; la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano). Y hasta al Olvido... que ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas... Pero solo el Amor, no aparecía por ningún sitio... La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del Planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencido diviso un rosal y las rosas. Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas hasta que un doloroso grito se escuchó... Las espinas habían herido en los ojos al Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse, lloro, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces; desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la Tierra: EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.
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De: corazon |
Enviado: 13/09/2009 15:27 |
BUEOS DIAS GERO, CIERTO SO DE AMOR ES CIEGO JAJAJA PERO NO ES CIEGO ES REEEE CIEGOO PERO QUE BONITO ES EL MOR CUANDO LO VIVIMOS NO?
CARIÑOS AMIGO MIL GRACIAS
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