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General: La aventura del conocimiento
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De: paloma20007 (Mensaje original) |
Enviado: 03/12/2009 07:16 |
LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO Y EL APRENDIZAJE
La
velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa
que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más
bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que
tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo
que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura
-inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.
En los
últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y
establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "....haga el
bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas,
avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos....."
Quizá
se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado
7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y
4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas
tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.
Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.
¿Por
qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de
recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar.
Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable
característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros
abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a
leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma
ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros
unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los
concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer,
las licuadoras y en general, todo aquello que no ahorre la espera y nos
permita recibir mucho entregando poco.
Todos nosotros habremos
conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros,
pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por
tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el
solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen
muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos
es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin
pagar nada a cambio.
Quieren el prestigio y la guita que ganan
los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren
sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala
de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin
haber abierto jamás un libro.
Tales actitudes no deben ser
alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen
los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.
Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente.
Gane mucho "vento" sin esfuerzo ninguno.
No
me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho
entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el
conocimiento es algo tedioso y poco deseable.
¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!
El
que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en
cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. "Nunca termina
uno de aprender" reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto,
caballeros, es cierto.
Los cursos que no se dictan: Aquí
conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son
de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una
aceleración. Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El
olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante
largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir). Y
he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de
señoritas que no valían ni el precio del primer Campari. Para esta
gente sería bueno dictar cursos de olvido. "Olvide hoy, pague mañana".
Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas
por el alma de la buena gente.
Otro curso muy indicado sería el de
humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños,
frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es
tan pícaro como él supone. Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían
ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de
humillación instantánea.
Hay -además- cursos acelerados que tienen
una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los
"sistemas para enseñar lo que es bueno", "a respetar, quién es uno",
etc.
Todos estos cursos comienzan con la frase "Yo te voy a enseñar"
y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.
Elogio
de la ignorancia: Las carreras cortas y los cursillos que hemos venido
denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego.
Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración
y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo
perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que
laburar mientras uno estudiaba.
Pero los otros, los buscadores de
éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene
su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida.
De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.
Yo
propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el
establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los
periódicos y en las estaciones del subterráneo.
"Aprenda a tocar la flauta en 100 años".
"Aprenda a vivir durante toda la vida".
"Aprenda.
No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni
siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del
aprendizaje".La av
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De: corazon |
Enviado: 04/12/2009 04:54 |
muchas gracias aploma besitos
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