Todos
esperamos un cielo de luz
y
volcamos la esperanza en un mañana mejor,
pero
todos deberíamos tener bien presente
que el
mañana nunca es un día, una hora, un tiempo.
El
mañana que esperamos
es ese
que construimos poco a poco con acciones en el hoy.
El
mañana es la proyección del amor que fue,
del
amor que clama desde algún rincón de la memoria,
como
cuando éramos niños y mirábamos todo con renovado fulgor.
Mientras
esperamos un mañana mejor
debemos
recordar que la tierra aquí
y ahora
merece un trato más digno,
por
nosotros, por nuestros viejos, por nuestros niños.
Caminemos sintiendo a
la tierra bajo nuestros pies
y demos
gracias por lo que tenemos,
dejemos
en el ayer lo que se perdió,
busquemos en nuestro interior
la
fuerza necesaria al servicio de la voluntad para mejorar,
para
aprender a amar
y no
tanto para pedir que nos amen.
Hagamos de nuestros pasos,
huellas
donde quepan semillas para que florezca el amor,
la
verdad y las buenas cosas.
Hagamos
un jardín en el cielo del alma
y
regalemos todas las flores que cosechemos en el corazón.
Porque
es lo único que vale la pena,
porque
es lo único que se convierte
en
tesoro en manos de quien lo recibe.
Pintemos un mundo mejor
con la
paleta de los buenos momentos
y
ayudemos a sonreír a quien perdió la sonrisa,
ayudemos a caminar a quien olvidó su senda,
ayudemos a crear a quien se olvidó de vivir,
porque
todavía hay luz en el mundo,
todavía
se puede ser feliz en compañía de quienes quieren el bien,
porque
el bien siempre es abierto, limpio y compartido.
No te quedes en soledad,
busca
la compañía de aquellas personas que como tú,
todavía
tienen esperanzas
y
caminen juntos cantando alguna canción.
La vida todavía nos puede dar la
oportunidad para sonreír,
empecemos el día sonriéndole a la vida
y
vivamos una experiencia de amor en cada gesto,
en cada
momento, en cada silencio,
despejemos nuestro interior de nubes oscuras
y
permitamos que brille en el cielo del alma la estrella del amor.
Miguel
Angel Arcel
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