REFLEXIÓN
"Hijos, ha llegado el momento final" (1 Jn 2, 18), ¡Cuán actuales siguen siendo hoy esas palabras! ¡Cuánto coinciden con las vivencias que todos nosotros sentimos hoy, 31 de diciembre!
El último día del año... deseamos vivirlo para participar en la liturgia eucarística, en el sacrificio de Cristo..., para expresar ante Dios de la forma mas plena posible todo lo que nuestro corazón y nuestra conciencia necesitan manifestar el día de hoy... nuestra acción de gracias y nuestra petición de perdón.
"Verdaderamente es bueno y justo, nuestro deber... darte gracias. A ti". A ti, precisamente a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Darte gracias por toda la abundancia del misterio del nacimiento de Dios, a cuya luz está terminando el año viejo y nace un año nuevo. ¡Qué elocuente es el hecho de que en el día en que los hombres hablan sobre todo del año que ya ha "pasado", la liturgia de la Iglesia sea hoy un testimonio del nacimiento: nacimiento de Dios en un cuerpo humano, a la vez que nacimiento del hombre a partir de Dios. " A los que lo recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios" (Jn 1,12).
Y junto con ésta acción de gracias, presentamos particular atención en la participación en la santa misa de hoy a las palabras que encierran una dimensión de propiciación, comenzando por el "confiteor" inicial, pasando por el "Kyrie eleison" y acabando con el "Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo", y a nuestro " Señor no soy digno...".
Carguemos estas palabras con todas las vivencias de nuestra conciencia, todo lo que pesa sobre ellas, lo que solamente Dios mismo puede juzgar y perdonar. No tengamos reparo en presentarnos aquí, en el día de hoy, ante Dios con la conciencia de la culpa, con la misma actitud del publicano del Evangelio. Asumamos esta actitud, que corresponde sin duda a la verdad interior del hombre. Tal actitud conlleva la liberación.
De ese modo, esa actitud, precisamente ésa, lleva a la esperanza.
Juan Pablo II
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