La estación
perenne
Tu cuerpo
desnudo brilla
bajo los relámpagos como antes bajo mis manos.
Todas las estaciones están en tu cuerpo. La primavera comienza su
esplendor en tu abrazo y concluye en tu boca estreabierta,
exultante. Todos los ríos del mundo están en tu cuerpo,
confluyen en ti en el momento en que el animal más bello del bosque
-el ciervo, por ejemplo- bebe de ti y se contempla. Tu piel es
de límite del fuego donde se refugia el ardor del verano.
Rojas llamas te inundan. Se mezclan los elementos y tu cuerpo se
curva, hay más aire en tu boca y mi cuerpo sediento busca en ti
salida, la libertad, los deseos. Se anudan en ti los olivos del
mundo y ardes como una lámpara. Somos un cuerpo sólo luchando
contra la muerte. El otoño se riega en tu cuerpo como vino rojo en
la mesa. Tus muslos descansan en el borde del mundo. Vuela una
paloma de tu pecho a mis manos. Después miramos los dos, de
alegría cansados, como a chimenea en invierno, el fuego pasado y
tu piel que brilla bajo los relámpagos.
Eduardo Cote
Lamu
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