¡Cuán
humilde y amoroso!
toma
una blanca toalla
el
Señor impuesta al hombro,
y
una vacía con agua
para
hacer el Lavatorio.
Púsose
a los pies de Pedro
el
Señor para lavarle;
al
punto arrójase al suelo
diciendo:
"Maestro amado,
eso
yo no lo consiento".
"Eso
de lavar los pies
para
mí, Señor, se queda;
soy
un pobre pecador
que
vengo de baja esfera,
mas
no por mi Redentor".
Le
miró el Señor y dijo:
"si
no te dejas lavar,
no
me tendrás por amigo,
ni
menos podrás gozar
del
terrenal paraíso".
Luego
Cristo enamorado,
tomó
con su mano diestra
un
pan que fue consagrado
y
a todos les repartiera.
DE LA RED