Cada día, al mediodía, un pobre viejo entraba
en la iglesia y a los pocos minutos, salía.
Un día, el sacristán le preguntó qué era lo que
hacía. -Vengo a rezar - respondió el viejo.
-Es extraño, -dijo el sacristán que usted consiga rezar tan de prisa.
-Bien, -retrucó el viejo, yo no sé recitar esas
oraciones impresas;pero todos los días, al medio
día entro en la Iglesia y sólo digo: "Oye Jesús, yo soy José, te vine a visitar." y en
un minuto ya estoy saliendo.
Es sólo una oracioncita pero tengo la certeza que
Él me oye.
Unos meses después, José sufrió un accidente y fue
internado en un hospital, y en la estancia, pasó a
ejercer gran influencia sobre todos.
Los enfermos mas tristes se volvieron alegres, muchas
risas pasaron a ser oídas.
-José,- le dice un día la hermana del hospital- los
otros enfermos dicen que usted está siempre alegre.
-Es verdad, hermana, estoy siempre alegre, es por
causa de esa visita que recibo todos los días.
¡Me hace tan feliz! La hermana quedó atónita.
"José es un viejo solitario, no tiene a nadie" pensó, -¿Quién lo visita? ¿A qué hora?
-Todos los días,- respondió José, con un brillo enorme
en sus ojos. El viene a quedarse aquí, a los pies de mi cama, cuando
yo lo miro, él sonríe y me dice:
-"Oye José, yo soy Jesús, ..
. te vine a visitar
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