A v i v i r !!!!!
Por Gaby Vargas
Imposible
no notarlo. Un viernes por la tarde en un restaurante, una familia
convive de la siguiente manera en una mesa cercana a la nuestra:
el papá conectado a un Blackberry como si se tratara de una extensión de su mano y fuera un elemento indispensable para comer.
La
hija adolescente (de unos 17 años) metida en su mundo con una sonrisa
en los labios, enviaba mensajes de texto a dos pulgares desde su
celular con asombrosa velocidad; estoy segura de que nunca se percató
de la compañía. El niño (de alrededor de 11 años) hipnotizado con su
Game Boy, parecía desaparecer del planeta Tierra y transportarse a
alguna competencia en un planeta virtual.
Y
la mamá, a ratos veía al infinito, hasta que aburrida, se pegaba otro
aparato a la oreja y, como el resto de su familia, procuraba conectarse
con alguien "allá afuera".
"¡Qué gran comunicación entre ellos!", pensé.
Esta
escena es cada día más típica del paisaje urbano. Lo sé porque la he
vivido y trato de evitarla. Estar conectados es una adicción tan fuerte
que nos hace creer que es un mal necesario. Necesito saber en este
instante qué pasa en el resto del mundo: asuntos de trabajo, noticias,
redes sociales y demás. Comienza como un inocente pasatiempo, para
convertirse paulatinamente en una necesidad y después en una adicción,
tal como la nicotina lo es para el fumador.
Sin
embargo, esa tarde al ver a la familia, me dieron ganas de sacudir a
cada uno de sus integrantes y transmitirles lo que Odín Dupeyrón nos
invita a hacer a gritos en cada función de su monólogo teatral ¡A vivir! (por cierto una maravilla de obra).
Tú papá: ¡a vivir!,
que esos niños que hoy tienes sentados a la mesa, mañana preferirán
estar con sus cuates o respectivos novios. ¿Ya sabes qué les inquieta?,
¿con qué sueñan?, ¿qué quieren ser de grandes? Pronto quizá se vayan a
estudiar fuera, o decidan irse a vivir solos o a probar suerte con una
pareja. La vida se va, se va, se va y se acaba, señores.
Tú mamá: ¡a vivir!, aprovecha
esos momentos de oro para platicar con tu familia y comunicarte de
corazón a corazón, platícales sobre el libro que estás leyendo, sobre
la película que acabas de ver, sobre lo importante que es tener amigos,
o bien, sobre lo que más te gusta y te reta de tu trabajo. Platica con
ellos como la persona normal que eres, no como ese agente de tránsito
que tus hijos a diario ven en ti: "¿A dónde vas?" "¿Con quién vas?" "¿A
qué hora llegas?" "¡Qué horas son estas de llegar!" "¿Ya hiciste la
tarea?" ¿Crees que con ese nivel de comunicación buscarán estar contigo?
Ustedes niños: ¡a vivir!,
que no siempre tendrán a sus papás disponibles y junto a ustedes.
¡Aprovéchenlos! Pregúnten todo lo que les inquieta de la vida,
averigüen cómo se conocieron, qué les enamoró del otro, qué peripecias
han pasado para tener la casa en la que viven... Investiguen un poco
más acerca de la vida de sus abuelos. Les aseguro que no saben casi
nada de ellos y que están llenos de anécdotas interesantes y
divertidas. Si esto les parece aburrido, entonces platíquenles cómo
funcionan las redes sociales y por qué son tan importantes para ustedes.
¡A vivir!, estar
conectados quizá nos da la sensación de estar actualizados, tener
conocimiento de los hechos y un sentido de pertenencia; pero si bien es
una posibilidad maravillosa, todo tiene un tiempo y un lugar. Tener a
las personas que quieres junto a ti, es un lujo. Créanme, lo que hoy
consideran que será para siempre, no lo es. Cuando se levanten de la
mesa, el momento y la oportunidad de comunicarse entre ustedes se habrá
ido, ¿volverá? Nadie lo sabe.
"Estar conectados es una adicción tan fuerte
que nos hace creer que es un mal necesario".
Bendiciones para tí...