SER O TENER: ESA ES LA CUESTIÓN
Guía Litúrgica Dominical
Domingo 18º (1-agosto-2010)
Eclesiastés 1,2; 2,21-23. Colosenses 3,1-5.9-11. Lucas 12,13-21
Ser o tener: esa es la cuestión.
Y cuestión fundamental para todos, especialmente para el cristiano.
El ser, lo esencial, es el hombre, la persona humana, desde su concepción hasta la eternidad.
El tener es cuanto rodea al hombre, los medios –superfluos en gran parte- que acompañan la vida humana para realizarla, mejorarla o hacerla feliz; pero que pueden evaporarse en cualquier momento: en una crisis económica o, en todo caso, “al atardecer de la vida”.
El gran error de perspectiva del hombre, el fracaso definitivo, no son los medios en sí, es confundir el ser con el tener, lo esencial con lo accidental, el fin con los medios, la vida humana con cuanto la rodea.
La parábola de Jesús en el evangelio de este domingo es tan breve como aleccionadora:
‘Un hombre hacendado tiene una gran cosecha, agranda y colma graneros, y se dice:
“túmbate, come, bebe y date la buena vida”.
Pero Dios le dice:
“Necio, esta noche te van a reclamar la vida. Lo que has almacenado ¿para quién será?”
Y concluye Jesús: “Eso le pasa al que amontona riquezas para sí, y no es rico para Dios”.
No importa el ‘tener’ sino el ‘ser’ para Dios.
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Las dos primeras lecturas (Eclesiastés y Colosenses) se sitúan, una a cada extremo de la parábola de Jesús.
La primera, del Eclesiastés , (Qohélet, que vivió hacia el s. III a.C.) recoge la experiencia diaria de esta vida, y recalca de modo tajante la necedad de amontonar bienes terrenos:
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Es difícil hallar en esta lectura salidas hacia el optimismo. El que almacena riquezas, aunque sea con destreza y acierto, se aposenta en una seguridad falaz y ficticia, nunca real: también eso es vanidad.
Y es hasta insensatez. Jesús preguntaba: “¿Para quién será cuanto el rico almacena?”.
Y Qohélet anticipa la respuesta:
”Tiene que legar su porción al que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia”-
Entonces ¿Qué saca el hombre de todos sus afanes? De día fatigas; de noche intranquilidad. También esto es vanidad.
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Si todo aquí abajo es vanidad, la única salida lógica es la que ofrece San Pablo en la segunda lectura:
“Buscad los bienes de arriba donde está Cristo”.
Es el otro extremo de la parábola de Jesús, el extremo que enseña a ver la vida, toda la vida, con perspectiva de eternidad.
Y esto es especialmente válido para el cristiano. El que por el bautismo ha resucitado con Cristo, de alguna manera está ya “arriba”, “resucitado” y “con Cristo”.
Por eso debe renunciar a lo de aquí abajo:
“dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros”.
Y S. Pablo enumera una serie de variantes de concupiscencia humana, entre ellas “la codicia y la avaricia, que es una idolatría”.
Carece, pues, de sentido el ‘tener’, carecen de sentido los bienes todos de la tierra. Lo único que importa es el ‘ser’ en Cristo. Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios.
La muerte a lo terreno no es, pues, únicamente una privación o carencia; es como una metamorfosis, el nacimiento a un nuevo ser en Cristo, hasta poder decir: “no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”.
Y si Cristo vive en cada uno –concluye la lectura de San Pablo- “en este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos o libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos”.