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General: DOMINGO XIX
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Sariasm  (Mensaje original) Enviado: 08/08/2010 18:06

 

 

 

 Guía Litúrgica Dominical

DOMINGO XIX   (8-8-2010)

Sab. 18,6-9; Heb. 11,1-2.8-19; Luc. 12,32-48

       En medio del agobiante calor del estío (aquí, en España),  y del relax vacacional, tan apetecido como necesario, las lecturas de este domingo XIX parecen transmitir cierto nerviosismo.

Se advierte en ellas un tono de inestabilidad, de urgencia, de transitoriedad. Se habla de ‘estar listos, con la túnica puesta’; de ‘tener las lámparas encendidas’; de ‘criados que esperan’, de ‘ladrones que roban’; y hasta se aconseja adelantar ‘tesoros para el cielo’.
Es como si hubiera temor a que el relax veraniego degenerara en relajación, y se pretendiera dar una voz de alerta para liberarnos de un posible marasmo espiritual.
 

Podrían entenderse estas lecturas como continuación de las del domingo pasado. (‘Todo aquí abajo –se nos decía entonces- es vanidad. Buscad por tanto los bienes de arriba”.) Así puede sugerirlo el evangelio de Lucas, al aconsejarnos hoy: Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en el cielo”.

Sin embargo, la segunda lectura (Hebreos) irrumpe, ya  desde el primer versículo, en la definición de la FE esperanzada, cambiando el punto de mira y ofreciéndonos una perspectiva que ilumina el resto de las lecturas y la vida misma:

“Fe es la convicción de lo que se espera y firme garantía de lo que no se ve”.
 
 
 Con frecuencia se define la fe como algo negativo, como una privación o carencia de evidencia. La fe no es, sin más, “creer lo que no vimos”;  no es un salto en el vacío, sin red y sin paracaídas.
El Señor quiso que el hombre fuera racional y no le pide  que prescinda de esa racionalidad en su principal y más libre acto religioso, el que lo re-liga con Dios mismo. El Catecismo de la Iglesia Católica precisa: La fe “consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su verdad, en cuanto garantizada plenamente por Él, que es la Verdad misma”

 

1. La carta a los Hebreos (segunda lectura)presenta a Abrahán como ejemplo perfecto de esa fe, que espera a veces contra toda esperanza, de esa  confianza plena en la palabra del Señor:

Por fe Abrahán ‘parte hacia un país desconocido que se le promete’;
confiado en esta promesa, él y sus descendientes habitan durante generaciones, como nómadas, en tiendas provisionales, ‘a la espera de una ciudad, cuyo arquitecto será Dios’.
Surgen dificultades aparentemente insalvables para establecer el pueblo de la promesa: Abrahán es ya centenario; Sara, su mujer, es estéril y, para colmo, nonagenaria (Gen.11,30).
Pero la historia sagrada parece buscar el “más difícil todavía” de la fe, y cuando nace Isaac, el hijo de la promesa y del milagro, Dios lo pide en sacrificio. “Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como un símbolo”-

El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, es el Dios que permanece fiel a sus promesas, a través de la Historia, protegiendo a su pueblo, y dando a todo hombre atento los signos que puedan sustentar la fe y la esperanza.

 

2. La primera lectura (Sabiduría) hace referencia a un momento especialmente significativo y doloroso de la historia de Israel. El pueblo se halla bajo el peso del yugo egipcio. El ángel exterminador, en la sexta plaga, pasa dando muerte a los primogénitos de los egipcios.
Pero tampoco en ese momento deja Dios a su pueblo en la soledad de una fe desolada: “Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo, al saber con certeza la promesa de que se fiaban … pues con una misma acción castigabas a los adversarios y nos honrabas llamándonos a ti”

 

3. El evangelio insiste sobre el mismo tema de la fe confiada, plenamente garantizada por el Padre. Jesús tiene la misión de fundar una ciudad, como Abrahán; la ciudad del reino de Dios y, aunque todavía insignificante, deberá  ser universal, “como las arenas del mar”. Aunque "el reino de Dios ya está entre vosotros", de momento tiene mucho de promesa, fe y esperanza. Jesús lo expresa bajo la imagen, tan bíblica como idílica, del pastoreo: No temas, pequeño rebaño, que vuestro Padre ha decidido daros el reino”. Y como si quisiera acentuar aún más la  fe confiada en el Padre, garantía de lo que se espera, invita a prescindir de todo lo terreno: “Vended vuestros bienes y dad limosna … Porque donde está vuestro tesoro allí estará vuestro corazón”

Pero Jesús añade a la narración un nuevo elemento, ausente en la carta a los hebreos: la urgencia, la necesidad de poner inmediatamente manos a la obra, de estar preparados. Y lo hace con la parábola del criado que espera solícito a su señor a cualquier hora, del día o de la noche. “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, encuentre en vela”.

La misma atención preocupada (otro símil) prestaría el dueño de casa si conociera a qué hora va a llegar el ladrón. “Pues lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”.

  Tanto debió de insistir Jesús en la parábola del criado y su señor, que los apóstoles se sintieron aludidos, y Pedro pregunta en nombre de los Doce: “¿Dices esto por nosotros o por todos?” Y Jesús responde con otra parábola semejante a la anterior: la del mayordomo a quien el señor encomienda la administración de su casa; no puede ser idéntica la suerte del criado fiel que la del que pasa el tiempo dedicándose a comer y a beber y a emborracharse con mozos y muchachas.

Es decir, todo aquel que en el reino de Dios recibe una misión, sea apóstol o discípulo de Jesús, tiene la obligación de cumplirla.
A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá”.

 

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: VAINICA Enviado: 09/08/2010 18:14
¡Que maravilla de mensaje nos dejas hoy!
Sigue compartiendo por favor, nos enriquecemos  todos.
Muchísimas gracias por tu tiempo y tu buen hacer.


 
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