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General: DOMINGO XXI
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Sariasm  (Mensaje original) Enviado: 22/08/2010 19:25

DOMINGO XXI

Guía litúrgica Dominical

Isaías 66, 18-21; Heb. 12,5-13; Luc. 13, 22-30

Me llama la atención el comienzo del evangelio de este día: “Caminando Jesús hacia Jerusalén…”

Puede tratarse, por supuesto, de una simple frase de enlace entre pasajes o temas. Pero la expresión “subir, ir, caminar a Jerusalén” presagia siempre vientos de tragedia¸ parece señalar hacia un fin de trayecto, con la suerte definida y fatal, un viaje de ida sin vuelta, “la hora” –como decía Jesús--. Lo indica el mismo San Lucas al iniciar esta parte de su evangelio: Cuando se cumplía el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén” (Luc. 9,51)
A lo largo de este viaje sitúa Lucas los temas fundamentales de la predicación del Reino, (temas comunes a los Sinópticos, procedentes de la fuente Q). El mismo lenguaje del evangelista y algunas contestaciones de Jesús, escuetas, secas o tajantes, dan la impresión del apresuramiento propio de un viaje: “Ven y sígueme… Deja a los muertos que entierren a los muertos…”

1. Evangelio:

En determinado momento de este viaje, surge una pregunta capital e inquietante. Una pregunta casi anónima, salida de entre la multitud, como venida de cada uno y de todos:

“Uno preguntó: ¿Son pocos --o muchos-- los que se salvan?

Jesús evita la contestación directa. No parece interesarle demasiado la pregunta teórica sobre el número de los que se salvan. Y universaliza la respuesta. Le pregunta uno, y contesta a todos.

Jesús les dijo: -- Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Alude Jesús a una metáfora, ya clásica en Israel, tomada del profeta Isaías (25,6-8). El reino mesiánico es semejante a la sala de un gran banquete, que “el Señor Todopoderoso ofrece a todos los pueblos”. De ahí los términos: Entrar, puerta estrecha, sentarse a la mesa, quedarse fuera, amo de la casa

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Pero no pierde de vista que la pregunta surge en Israel. Israel, depositario de la promesa de salvación, se consideraba heredero nato del reino mesiánico. Jesús advierte que la salvación no es automática, que no hay herederos forzosos, ni hay tarjetas de preferencia o privilegios étnicos o religiosos. La única “entrada” garantizada (supuesta la gracia de Dios, única que salva) es el esfuerzo de las buenas obras. Pensar lo contrario puede deparar sorpresas: --Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

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Describe luego Jesús un diálogo animado entre el amo de la casa y “vosotros” (el pueblo judío) que se niega a aceptar la predicación del reino:

Cuando el amo de la casa… cierre la puerta, llamaréis diciendo:

-- “Señor, ábrenos”. Y él os replicará:

-- “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir:

-- “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. Y él os replicará:

-- “No sé quiénes sois. Alejaos de mí”

Entonces será el llanto y rechinar de dientes...

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Y aprovecha Jesús la oportunidad para proclamar una de las características principales del reino, su universalidad: “Vendrán de Oriente y Occidente, Norte y Sur –es decir, del mundo entero—y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”.

Y concluye: “Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”.

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La expresión es y suena a amenaza de intercambio de puestos en el reino mesiánico entre judíos (que se niegan a aceptar el mensaje de Jesús) y gentiles (que sí lo acepten). Pero admite, sin salir del texto, una consideración benévola y optimista, que de alguna manera responde a la pregunta inicial sobre el número de los que se salvan: todos, primeros y últimos, aunque se intercambien puestos, quedan dentro del reino de Dios.

2. Primera Lectura

Empalma con el final del evangelio: “Vendrán de Oriente y Occidente…”. Prácticamente es una reiteración ideológica del mismo. La invitación a entrar en el reino mesiánico es universal: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria… pueblos que nunca oyeron mi fama…

Difícil era para Israel, el pueblo elegido, admitir esta igualdad con los pueblos gentiles; pero más difícil aún aceptar la elección de sacerdotes y levitas de entre ellos.

Y sin embargo, no habrá pueblo elegido, ni culto especialmente reservado para Israel: ‘De todos los países traerán ofrendas al templo del Señor, en mi santo monte de Jerusalén, y en vasijas puras, lo mismo que los israelitas’.

La llamada al reino es universal y sin aceptación de personas.

3. Segunda lectura

Se dirige preferentemente a los cristianos, a los que ya han aceptado por la fe la predicación del reino. Lejos de sentirse privilegiados, como los judíos, y con preferencias en el reino mesiánico, se les exhorta a mantener la fe recibida y aceptar las persecuciones y contratiempos como “correcciones” con las que Dios quiere vigorizar esa fe.

“No rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión, porque el Señor reprende a los que ama… Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo gusta cuando lo recibimos, pero luego nos da como fruto una vida honrada y en paz”



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: VAINICA Enviado: 22/08/2010 20:49

  Es Palabra de Dios.

 

 


 
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