REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO
Vuelvo, Padre, hasta Ti, pródigo huido
de tu abrazo; he pecado contra el cielo.
Tú has sido todo amor, yo todo hielo
de ingratitud, de desamor, de olvido
Gasté tu hacienda, desoí el silbido
del Buen Pastor que, en paternal desvelo,
llamaba ansioso. Preferí el señuelo
de un placer fantasmal y fementido.
No merezco ser tu hijo, Padre amado,
ni merezco tu herencia, ni siquiera
vivir en tu heredad como un criado.
Átame siempre a Ti, de tal manera
que nunca pueda huir ya de tu lado,
Padre de pródigos, que siempre espera…
Santiago Arias