DOMINGO XXVI
Guía Litúrgica Dominical
Am. 6, 1a. 4-7; Tim. 6, 11-16; Luc. 16, 19-31
Las tres lecturas de este Domingo XXVI del Tiempo Ordinario son continuación de las del domingo pasado. Amós y Lucas insisten sobre el peligro de las riquezas no compartidas. Pablo amplia el campo de las virtudes necesarias para el ministro de la comunidad .
PRIMERA LECTURA
Siglo VIII a. C. La decadencia de las grandes potencias limítrofes permite el resurgimiento de Israel. Y, como suele constatar la historia, junto al lujo de los ricos que se aprovechan de la situación, aumenta la miseria de los pobres, decae la moral, y el sentido religioso se embota (diluye). Con lenguaje directo, descarnado y hasta un poco rudo, Amós, el hombre venido del desierto, fustiga el lujo egoísta de los poderosos, y el despilfarro y molicie de los ricos opresores, mientras el pueblo vive en la miseria.
Amós inicia su oráculo-amenaza con una alusión religiosa a los templos de Judá (monte Sión) e Israel (monte de Samaria, el Garizim):
Ay de los que se fían de Sión,
confían en el monte de Samaria.
Describe luego en forma directa la “dolce vita” de los ricos; su arma profética más hiriente es la ironía que subyace en los versículos siguientes:
Os acostáis en lechos de marfil, arrellanados en divanes:
coméis carneros del rebaño y terneras del establo;
La alusión al rey David, el rey más glorioso de Israel, es especialmente mordaz:
canturreáis al son del arpa,
inventáis, como David, instrumentos musicales;
Y junto al placer de la bebida en copas, como en las celebraciones religiosas, cierto afeminamiento enervante:
bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos,
y no os doléis del desastre de José.
(Los samaritanos son descendientes de Manasés y Efraím, hijos de José, el undécimo hijo de Jacob).
Este olvido del pueblo humilde, que se asienta en la miseria, atraerá sobre ricos y gobernantes la ira de Yahvé; su castigo será el destierro:
Pues encabezarán la cuerda de los cautivos y
acabará la orgía de los disolutos.
(Unos treinta años más tarde se cumplió la predicción de Amós: En el año 740 a. C. los asirios conquistaron y deportaron a las diez tribus de Israel).
EVANGELIO:
Parábola del rico epulón
‘Epulón’ no es nombre propio: como de ‘comer’ deriva ‘comilón’, del vocablo latino ‘epulor’ (comer) procede ‘epulón’=comilón.
Lázaro no tiene ninguna relación con el hermano de Marta y de María, al que resucitó Jesús; quizá Jesús le dio ese nombre por simpatía hacia el amigo o por la significación hebrea del vocablo: ”Dios ayuda” (aunque los hombres lo ignoren)
El evangelio de Lucas refrenda la anterior lectura de Amós. El evangelista parece estar pintando un cuadro hiperrealista. El centro de la narración lo ocupa el epulón, a pesar de la escasa simpatía que despierta. Jesús ni siquiera le da nombre: era uno de tantos, de los muchos que circulan por la vida.
Nos lo imaginamos orondo, grueso y coloradote, arrellanado en su diván (como los ricos de Amós), ricamente vestido y en el marco de su banquete cotidiano:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
Había un hombre rico
que se vestía de púrpura y de lino
y banqueteaba cada día opíparamente.
Tan ocupado de sí mismo como despreocupado de los demás, el rico epulón ni siquiera advertía lo que estaba sucediendo a su lado:
Y un mendigo llamado Lázaro
yacía tendido en su portal, cubierto de llagas.
Deseaba saciarse de lo que caía de la mesa del rico,
pero nadie se lo daba.
Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Instintivamente Lázaro suscita simpatía y compasión; aunque reducido a la ‘nada’ social, y condenado a llevar ‘vida de perro’, Lázaro tiene nombre propio; pero no es propiamente protagonista de la parábola; está puesto ahí como contrapunto, como hombre que sufre los desdenes y olvido del rico, que debería haber remediado su situación.
Se murió el mendigo
y los ángeles lo pusieron a la mesa al lado de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron.
Pero la muerte no es el final del camino; y en el cruce de “la frontera” hay que presentar la documentación, y según la valoración que Dios haga de los hombres y de su conducta, hasta puede darse un “cambio de vías”, la inversión de situaciones.
Esto es lo que sucede con el epulón y Lázaro: la situación del rico y del pobre es ahora exactamente la inversa a la descrita al comienzo de la parábola: Lázaro es llevado con mimo por los ángeles que le sientan al lado del padre Abrahán; y al rico simplemente lo entierran, pasando así a las regiones inferiores (Hades o infierno en la versión litúrgica).
Estando en el infierno, en medio de los tormentos,
levantando los ojos,
vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó:
Padre Abrahán, ten piedad de mí
y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua,
porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contestó:
Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida
y Lázaro a su vez males:
por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces;
y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso,
para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros,
ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
La parábola no es una descripción de la vida después de la muerte, ni es una promesa a los pobres de un final feliz por el hecho de ser pobres.
La parábola es una seria advertencia sobre el peligro del dinero. El dinero absorbe, obsesiona, enajena al hombre; genera seguridad y autosuficiencia en la vida; y hasta puede llegar a atrofiar las arterias de comunicación con Dios.
Ponerse al servicio del dinero, utilizándolo exclusivamente para sí, e ignorando al pobre necesitado, solo puede tener un resultado final: el rico, al morir, se queda sin el dinero, solo consigo mismo, y lejos del padre Abraham.
Hay en la parábola una segunda parte en la que el rico epulón, definitivamente rechazado por su despreocupación hacia los pobres, intercede por sus cinco hermanos, semejantes a él:
El rico insistió: Te ruego, entonces, padre,
que mandes a Lázaro a casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos,
para que, con su testimonio,
evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.
El rico contestó: No, padre Abrahán, Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
El punto de mira es ahora el destino de los cinco hermanos del rico. ¿Cómo lograr su conversión? La conversión no es fruto de milagros espectaculares, sino de escuchar a Moisés y a los profetas.
La parábola tiene la función exclusiva de llamar la atención y dejar pensativo al oyente, hasta el punto de hacerle exclamar: ¡Ojo con la riqueza! ¡Atención con el dinero! ¡Es un arma peligrosísima!
SEGUNDA LECTURA
En relación con la parábola del evangelio, Pablo advierte en su carta a Timoteo (6,10: vers. anterior a la lectura de hoy):
La raíz de todos los males es la codicia;
por entregarse a ella algunos perdieron la fe.
Para evitar ese peligro, Pablo propone a su discípulo unos objetivos claros:
Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Timoteo ha elegido ya la opción salvadora de la fe, y esto “ante muchos testigos”. Lo que ahora le importa es perseverar en esa elección, hasta conquistar la vida eterna, aunque esta perseverancia le exija un combate permanente:
Combate el buen combate de la fe.
Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado,
y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.
Y ahora, en presencia de Dios que da la vida al universo
y de Cristo Jesús que dio testimonio ante Poncio Piloto:
te insisto en que guardes el Mandamiento sin mancha ni reproche,
hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo,
que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano,
Rey de los reyes y Señor de los señores,
el único poseedor de la inmortalidad
que habita en una luz inaccesible,
a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
A él honor e imperio eterno. Amén.
Espléndida exhortación sobre el testimonio cristiano.
En los versículos siguientes a esta lectura, se amonesta a los ricos para que pongan su seguridad en Dios y no en los bienes perecederos.