DOMINGO XXVII
Guía de Lectura Litúrgica Dominical
Hab. 1,2-3.2,2-4; 2 Tim. 1,6-8.13-14; Lc. 17,3-10
PRIMERA LECTURA
El problema del mal
En el coro de los profetas, Habacuc aporta una novedad. Hasta entonces, el hagiógrafo o escritor sagrado solo transmitía al pueblo la “palabra de Dios”. Habacuc, además, dialoga, inquiere, pregunta al Señor.
Habacuc profetiza en tiempos turbulentos —622-612 a.C. —:
El imperio asirio decae; surge dominador (con Nabucodonosor II) el imperio caldeo o babilónico; Egipto ataca por el Sur. Israel, entre ellos, es un juguete incapaz de defenderse.
Como en todo período bélico —y en cualquier época de la historia—, abundan los crímenes e injusticias, la violencia, la destrucción.
Surge, en tales casos, la pregunta reiterada en todos los tiempos: ¿Cómo Dios puede permitir esto?
Es el problema del mal, incrustado en la misma naturaleza —en las personas y en los pueblos—, siempre cuestionado y nunca resuelto; e insoluble seguramente desde el ángulo de la sola naturaleza.
Por eso elevamos, como Habacuc, la mirada inquisitiva hacia el cielo:
¿Hasta cuándo, Señor,
pediré auxilio sin que me escuches?
¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!,
sin que me salves?
¿Por qué me haces ver crímenes,
me enseñas injusticias,
me pones delante violencias y destrucción
y surgen reyertas y se alzan contiendas?
El Señor, en versículos que no se leen en la misa de hoy (1,5-11) da una primera respuesta. De forma animada y muy poética, casi escénica, Dios mueve ejércitos y pueblos, como quien mueve las fichas de un juego de ajedrez: Él es el Señor de la historia.
Pero esta respuesta no parece convencer al profeta, que suplica y acude a la fibra más sensible para Dios, su santidad y bondad (1, 12-17): ‘¿No eres tú, Señor, mi Dios santo?...Tus ojos son demasiado puros para estar mirando el mal… Pues ¿por qué contemplas en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente?’
Y el Señor responde de modo contundente: manda escribir la visión para que se no se olvide y sirva de testimonio perenne, hasta que se cumpla. Porque la visión se cumplirá a su tiempo; quizá tarde, pero no fallará:
El Señor me respondió:
—Escribe la visión, grábala en tablillas,
de modo que se lea de corrido:
la visión espera su momento,
se acerca su término y no fallará;
aunque tarde, espérala,
que ha de llegar sin retraso.
El oráculo, sin embargo, no nos da evidencia humana; sólo puede entenderse desde la fe: el pueblo judío será deportado, ‘el culpable seguirá devorando al inocente’ ; pero al fin Dios hará justicia: solo la fe ‘cree’ en la victoria final de la fidelidad a Dios frente al malvado:
El ánimo ambicioso fracasará;
el justo, por fiarse, vivirá.
N. B. Esta última sentencia —el justo vive de la fe— será una verdadera joya que Pablo engarzará en el centro mismo de su doctrina sobre la justificación (Gal. 3,11; Rom. 1,17): la fidelidad a Dios es la única que salva, y esta fidelidad es posible por la fe.
EVANGELIO
Un domingo más el texto evangélico empalma con la primera lectura. El eslabón que ensarta ambos textos es la fe. “El justo vivirá por su fe”, concluye Habacuc. Y Lucas comienza: “Los apóstoles dijeron a Jesús: ‘Auméntanos la fe’”.
El texto evangélico consta de dos partes aparentemente inconexas: en la primera, común a los tres Sinópticos, los apóstoles piden a Jesús que les aumente la fe:
Los apóstoles pidieron al Señor:
— Auméntanos la fe.
Y piden un aumento de fe, como el trabajador que pidiera a su jefe un aumento de sueldo. Por supuesto que son sinceros y bienintencionados: creen en Jesús y quieren creer más.
La prueba de que creen en Él es que, “dejándolo todo”, lo han seguido. Y la misma petición de un ‘aumento’ de fe es señal de una cierta dosis de fe, por lo menos. Probablemente hasta desean más fe por razones apostólicas: para realizar algunos milagros que hacía Jesús y a ellos se les resistían. (Los otros sinópticos presentan esta petición a raíz de habérseles presentado un lunático endemoniado, sin que ellos pudieran curarlo (Mt. 17,20)
El Señor contestó:
—Si tuvierais una fe como un granito de mostaza,
diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”,
y os obedecería.
![](http://content.worldgroups.com/GRP005/GrpPhotos/A/ACONSPIRARCONLASPALABRAS/070117/141242000.GIF)
Contestación un poco extraña. A la súplica de los apóstoles pidiendo fe, Jesús parece responder con una regañina: “Si tuvierais una fe como un granito de mostaza…” ¿Es que la fe de los apóstoles, después de dejarlo todo, ni siquiera tenía las dimensiones de un granito de mostaza? (La mostaza era “la más pequeña de todas las semillas”, según Mc. 4,31).
Por otra parte la proposición de Jesús parece aún más extraña: “diríais a esa higuera: arráncate, y trasplántate al mar”. ¿Y para qué arrancarla? Y sobre todo ¿para qué plantarla en el mar? Vistas así las cosas parece extraño todo de verdad.
Pero Jesús y los apóstoles se mueven en planos distintos: Los apóstoles razonan en términos cuantitativos. Jesús les dice que en la predicación del reino de Dios, no se trata de un poquito más o un poquito menos de fe; se precisa la entrega total.
Por eso no contesta directamente a su petición: sólo les da una lección sobre la eficacia de la fe. Y ésta, si es auténtica, puede hacer maravillas. La fe es la condición mueve a Jesús a realizar la mayor parte de sus milagros: “tu fe te ha salvado”.
(Que traslade higueras o montañas, que se trasplanten o no al mar, carece de importancia: son hipérboles o exageraciones, muy frecuentes en el lenguaje oriental, y abundantes también en el lenguaje de Jesús, para dar relieve a una idea).
![](http://content.worldgroups.com/GRP005/GrpPhotos/A/ACONSPIRARCONLASPALABRAS/070117/141242000.GIF)
En este contexto de la entrega total a las tareas del reino, cobra sentido la segunda parte del evangelio, exclusiva de Lucas:
Suponed que un criado vuestro trabaja
como labrador o como pastor.
Cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
“En seguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le decís:
“Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras como, después comerás tú"?
¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Pues vosotros lo mismo:
cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
Somos unos pobres criados,
sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.
Nuevamente conviene no equivocar la perspectiva. El amo que presenta Lucas (médico y escritor) es orgulloso, egoísta y despectivo; no sabe guardar las formas de educación, aunque sea con su criado.
Pero Lucas, en realidad, no intenta describir modales; sólo acepta la situación social del mundo romano en la que el esclavo carecía de derechos, y el amo los tenía todos.
La parábola debe verse desde la perspectiva del criado. Jesús no pretende reflejar la actitud del amo (Dios) hacia los operarios del reino (apóstoles), sino los sentimientos de éstos hacia Dios.
Y los apóstoles, aunque trabajen de sol a sol, aunque desgasten su vida en el servicio del reino, carecen de derechos para exigir; sólo pueden decir como el criado de la parábola: “Somos unos pobres criados, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Y hasta pueden sentirse afortunados por haber sido llamados a trabajar en “la viña del Señor”.
![](http://hazdeluz.net/images/L29MC.gif)
SEGUNDA LECTURA
Pablo, encarcelado en Roma, se ha enterado de que Timoteo, su fiel discípulo, está desalentado en su labor paastoral. Pablo trata de animarlo, recordándole los carismas o dones recibidos por la ordenación: valentía, amor y buen juicio.
Querido hermano: Aviva el carisma de la gracia de Dios
que recibiste por la imposición de mis manos.
Porque Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía,
sino un espíritu de valentía, amor y buen juicio.
El amor cristiano no es algo estático, sino dinámico: da fortaleza y valentía para afrontar las dificultades en las luchas por el Evangelio. ¿Ejemplo? El propio Pablo, prisionero de Cristo.
No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del evangelio según las fuerzas que Dios te dé.
Fe y amor son las dos grandes virtudes del cristiano, que Timoteo escuchó de boca de Pablo.
Lleva contigo un compendio de la sana doctrina que me escuchaste acerca de la fe y del amor cristiano.
Conservar estas virtudes como un tesoro, y transmitirlas a los demás, con la ayuda del Espíritu Santo, es la tarea de todo cristiano, especialmente el ordenado por la imposición de las manos.
Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.