¡Os damos porque mucho nos disteis!
Descansad, aquellos que –entrada la noche o de madrugada–,
nos dijisteis un ¡hasta pronto! ¡Hasta el cielo!
Reposad y que, sea nuestra oración,
recompensa y tributo por lo mucho que nos distéis.
Si fuisteis padres ¿cómo olvidar vuestro consejo oportuno?
Si fuisteis madres ¿cómo no daros las gracias
por habernos llevado en vuestras entrañas?
Si fuisteis hermanos ¿cómo dejar a un lado
confidencias y juegos, discusiones y anhelos?
¡Os damos porque mucho nos disteis!
La experiencia de aquellos que, aún siendo ancianos,
no perdisteis nunca la juventud perenne de vuestras almas.
El tesón de vuestra fe, religiosos y sacerdotes,
para que, nuestra vida, despuntara siempre hacia Dios.
La amistad y las confidencias, amigos y compañeros,
que supisteis compartir con nosotros ilusiones y sueños.
Porque…nos disteis tanto,
no solamente deseamos vuestro descanso:
anhelamos el día definitivo del encuentro eterno,
rezamos para que, todo lo bueno que hicisteis,
Dios lo acoja con cariño y ternura de Padre.
Oramos para que, Aquel que nos dio la vida,
lejos de olvidarse de vosotros y de los que vivimos aun muriendo,
cuando Él quiera, cuando suene la trompeta festiva,
nos levante a todos del silencio que humilla.
¡Os damos, en este día, lo mejor que tenemos!
El corazón, donde vuestra imagen permanece viva.
El alma, donde la fe nos dice que nos aguarda un mañana.
La oración, con la que os acompañamos en vuestro viaje.
Y nuestros más vivos deseos de saber que, tarde o temprano,
correremos igual carrera hacia la misma meta: ¡DIOS¡
Gracias…descansad y pedid por nosotros.
Amén.
P. Javier Leoz