POR QUE YA NO ESCRIBO POEMAS ?
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La razón por la que sólo escribí uno a los 15 años, y juré jamás volver a hacerlo, es la siguiente:
Se lo di a leer con una gran ilusión y con toda la ingenuidad que tienen los tontos que se enamoran perdidamente a los 14-15 años del "amor de su vida".
Puse en aquél poema toda la luz del Sol que mis ojos han visto, todas las variaciones del tono dorado que tiene cuando se desgrana en fulgores durante los atardeceres y toda la vibrante gama de los muchos arco iris que habia visto en mi vida. Le añadí el aire del campo, con todos los murmullos que oí cuando el viento pasaba entre las ramas de los árboles; le incluí los aromas de las flores de los jardines en que había caminado y la lluvia primera de mi primer verano junto al mar.
Lo aderecé con los besos castos y casi insípidos de mis amores infantiles, con el rocío de los pétalos en las rosas rojas y las lágrimas que se posan en las rosas blancas. Le inserté dos estrofas de la canción de un viejo marino español, y dos versos que le oí alguna vez recitar a mi madre -que mientras lo hacía lloraba y sonreía al mismo tiempo-.
Ya para terminarlo lo embrujé con la pasión de los amantes, la ansiedad de los enamorados, el olor de los jazmines y la paciencia de los santos.
Pensé, con ambiciosa esperanza, que toda esa sensiblería detallada con palabras, sería como un amanecer en su práctico corazón frío, que mi despliegue de recursos literarios -ja ja ja-, acabaría por ablandarlo y, a la postre, sus sentimientos exacerbados por mi creación lo rebosarían; tanto que su amor, hasta entonces contenido, se volcaría agradecido sobre mi.
¡ Tonta ingenua!. Su despiadada lógica no concibió el mar en el cielo, ni el cielo en mi corazón. Su inmisericorde espíritu práctico hizo añicos mi soneto y arremetió de modo tal contra mi métrica, que la derrumbó estrepitosamente.
De un tajo desolló mis metáforas para acabar despotricando críticas agrias contra mi cursilería. De tal manera lo dijo, con tanta crueldad, que me vi plenamente convencida que ni la poesia ni ese hombre éran lo mío.
Arrebaté de sus manos, con despecho y dolor, el papel en que había escrito mi poema y lo rompí hasta que ninguna frase se pudo leer, hasta que ni una sola letra quedó detrás de otra; cuando lo hice, sentí cómo crujieron los versos que orgullosos se habían hilvanado días antes .....y sentí pena.
Salí apresuradamente de aquella cafetería con el firme propósito de no volver jamás. Atravesé la calle y con coraje boté el montón de papelitos, que traía apretados en el puño, en una de las jardineras. Empezó a llover y desilucionada me quedé ahí parada, a mirar cómo se mezclaban los pedacitos blancos de poema con la tierra y no me fuíi hasta que se hicieron un lodo oscuro.
Mientras eso pasaba mi ropa y mis zapatos escurríann, a chorros, la primera lluvia del verano más sordo y gris que recuerde en toda mi vida.
Han pasado tantos años de ello, y aún siento el agrio sabor de la derrota y la desilución.
Varios años después, vi algo que casi hizo que se me olvidara mi rabia y mi vergüenza.
Pasé por aquél lugar y vi que en el mismo lugar, donde tiré el poema roto habían nacido hermosas flores, que atraían a decenas de colobríes, y cuando éstos volaban después de haber libado en ellas, iban esparciendo por el aire algo que me pareció que era un hermoso poema.
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DE LA RED.
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