Primer Domingo de Adviento
Mat. 24, 37-44
Comienza el año litúrgico.
Se inicia asimismo el mensaje central del Adviento: Dios está en camino hacia el hombre. El día de Navidad lo saludaremos con el nombre de Emanuel: ‘Dios con nosotros’.
Las tres lecturas parecen orientadas hacia esta venida: pretenden ahuyentar la indiferencia, exhortándonos a esperar, preparados, el día del Señor.
Isaías, en la primera lectura, profetiza: “Al final de los días el Señor será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos”
Pablo avisa: “Ya es hora de despertaros del sueño. La noche está avanzada, el día se echa encima”.
Y el evangelio concluye: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”.
¿De qué día se trata? El texto evangélico, tomado de la parte final del Evangelio de Mateo, está dentro del llamado “discurso escatológico”. Podría pensarse, por tanto que se trata del día de la parusía, la segunda venida del Señor. Este era el sentimiento creciente del AT: se esperaba la venida del Mesías, pero con esa venida llegaría también el fin de los tiempos: “El hacha está tocando ya la base de los árboles” –predicaba Juan el Bautista (Lc.3,9)
Sin embargo esta idea no parece encajar bien en el comienzo del año litúrgico o en el marco del Adviento.

Hay, sin embargo en el mismo evangelio una pista que nos ofrece otra perspectiva:”El Hijo del Hombre”. Esta auto-denominación, puesta siempre en labios de Jesús, está tomada del libro de Daniel (7,13).
Daniel es el profeta de la historia, de toda la historia: pasada, presente o futura. En su estilo apocalíptico, intencionadamente desenfocado, los momentos de la historia (la particular y la general) se convierten en momentos del plan divino. Presente, pasado o futuro: todo se hace profecía, porque todo se ve a la luz de Dios.
Así entendida, la historia cobra su sentido pleno: aparece como un encuentro, un abrazo entre Dios y el Hombre; se desbloquea y se abre al futuro de Dios.
De este modo el evangelio de hoy cobra también un sentido universal y permanente. ¿De qué día se trata? De todos los días. ¿De qué venida? De todas las venidas: la de Belén, la parusía, la de cualquier momento en cada persona y en cada pueblo. Dios está siempre en camino y llega en cada instante. Lo que importa es estar prevenidos y reconocer su llegada.
EVANGELIO
1) Comparación: tiempos de Noé-venida del Hijo del Hombre:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuando venga el Hijo del hombre,
pasará como en tiempo de Noé.
Antes del diluvio,
la gente comía y bebía y se casaba,
hasta el día en que Noé entró en el arca;
y cuando menos lo esperaban
llegó el diluvio y se los llevó a todos;
Por supuesto la gente seguirá comiendo, y bebiendo y casándose: es ley de vida. Jesús no censura estos hechos; sólo subraya la vida despreocupada anterior al diluvio, ajena a cuanto pudiera sobrevenir. Así sucedería también en tiempos de Jesús; así sucede hoy, y seguirá sucediendo: parece ser ‘condición humana’.
lo mismo sucederá
cuando venga el Hijo del hombre
Hoy “el diluvio” puede revestir formas muy diversas: tsunami, terremoto, crisis económica, una desgracia familiar o social (enfermedad grave, muerte, etc.). Los grandes acontecimientos no suelen anunciarse (ni en la vida de los hombres ni en la de los pueblos).
Estos ejemplos están en la línea peyorativa del diluvio. Pero vale igualmente cualquier otro hecho positivo, como casarse, comer o beber: cada hecho o momento de la historia (colectiva o individual) forman parte del plan divino.
Jesús pretende prevenirnos contra la inconsciencia responsable ante su venida.
Anécdota: La actual muralla de Jerusalén tiene ocho puertas, pero sólo siete practicables. Por la otra, llamada Dorada o Hermosa, deberá entrar, según la tradición, el Mesías, cuando venga. Los musulmanes, con la intención de detenerlo, sellaron esta puerta y construyeron delante un cementerio. (P. Emérito Merino: franciscano y guía en la Custodia de Tierra Santa)
2) Ejemplos que explican la comparación.
Dos hombres estarán en el campo:
a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán;
dos mujeres estarán moliendo:
a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Toda la dinámica del texto “dos/uno/otro” pretende destacar el factor sorpresa: dos hombres estarán en la misma empresa: uno será religioso, otro incrédulo; dos empleados estarán en el centro comercial: uno… otro…; dos chicas estarán en la oficina: una… otra…
La lista es interminable. Tan amplia como el número de posibles actitudes humanas. Lo que importa es siempre estar preparados para reconocer la venida del Hijo del Hombre. Puede venir en una predicación, un fracaso, una enfermedad, una catástrofe. No hay horóscopos o tarots que puedan predecir su llegada. Urge, pues, estar en vela.
Por tanto, estad en vela,
porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
El Señor no nos pide una vigilancia tensa, obsesiva; pero tampoco quiere que caigamos en la despreocupación o la inconsciencia. ¿Hasta qué punto debe llegar esta vigilancia? Jesús parece indicar de algún modo la medida. ¿Qué haríamos si temiéramos la llegada de un ladrón?
Comprended que si supiera el dueño de casa
a qué hora de la noche viene el ladrón,
estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Esa debe ser, por lo menos, la vigilancia sobre la venida del Hijo del Hombre. Dios no intenta sorprender, como el ladrón; pero sus designios son imprevisibles. La consigna es, pues, vigilar; ya que en cualquier momento el Hijo del Hombre puede venir al encuentro. Sería una pena que, por inadvertencia, dejáramos pasar la visita de Dios.
Por eso, estad también vosotros preparados,
porque a la hora que menos penséis
viene el Hijo del hombre.

*Fondo por Vainica*
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