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General: EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Sariasm  (Mensaje original) Enviado: 05/12/2010 19:13
  Enviado: 08/11/2010 00:33
 
 
 
 
 
 
 
 

 DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO

 Mat. 3,1-12
 
Juan Bautista es la figura señera del tiempo de Adviento, el profeta de la inminencia, el que anuncia la presencia del Señor.

Situado entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, su aparición representa la “plenitud de los tiempos”, el cumplimiento de las profecías:

Una voz grita: En el desierto preparad un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se nivele; y se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos —ha hablado la boca del Señor—  (Is.40,3). 

 

EVANGELIO

 1. El mensaje de Juan: 

 Por aquel tiempo,

 

Expresión cronológicamente imprecisa: puede ser mera fórmula de transición entre secciones; podría tal vez indicar que los hechos que narra el evangelista se encajan en la historia reciente y marcan su sentido.

 Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea,

predicando: -«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» 

Mateo introduce a Juan Bautista en acción, antes de hacer su presentación. De este modo resalta el mensaje más que el mismo mensajero.

Lo más significativo de este mensaje es la necesidad de conversión: “Convertíos”.

 La idea de la conversión es frecuente en Mt (3. 2; 4. 17; 11. 20; 12. 41). Significa en general un cambio de camino. ¿Qué cambio? No se nos aclara. Sólo se formula su necesidad: Convertíos. El mandato queda así abierto a la concreción de cada oyente o lector.

Lo que realmente anuncia el Bautista es que el Reino de Dios está cerca, que Dios mismo está cerca. Por tanto  hay que prepararse a fondo, desde la raíz. Hay que quitar impedimentos, ‘abrir caminos’: no en el desierto material de Judea, sino caminos interiores, en la actitud, en la conducta, en la vida propia. El motivo de estas exigencias es la proximidad de la llegada de Dios.

 
 
 2. Presentación del Bautista:

La importancia del mensaje se refuerza con la autoridad del mensajero. Por eso, el rasgo primero y principal de Juan es, según Mateo,  su carácter de profeta (“y más que profeta" Mt.11,9).

 Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo:

 «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."  

Los antiguos profetas se caracterizaban por su austeridad de vida y hasta por sus vestidos ásperos. De Elías se dice en 2 Reyes 1, 8: “Era un hombre peludo y llevaba una piel ceñida con un cinto de cuero”. Según la tradición judía, antes del final de los tiempos, volvería Elías para preparar al Pueblo de Dios ante la llegada del Mesías. Para Mateo, Juan es el heraldo del Señor, el Elías esperado. 

Juan llevaba un vestido de piel de camello,

 con una correa de cuero a la cintura,

y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.  

La descripción del Bautista coincide con la de Elías. La espera del profeta Elías y esta coincidencia en el atuendo físico favorecieron, sin duda, el gran impacto que causó la predicación de Juan y la respuesta verdaderamente popular de su mensaje:

 Y acudía a él toda la gente de Jerusalén,

de Judea y del valle del Jordán;

confesaban sus pecados;

 y él los bautizaba en el Jordán.

 Era el germen del nuevo pueblo mesiánico.

 

3. Denuncia del judaísmo oficial

Pero Juan tiene un punto de mira especial: fariseos y saduceos. Representaban las dos corrientes religiosas más representativas de la sociedad religiosa de Israel. Y aprovecha la oportunidad:

 Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: 

-«¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? 

 ¿Alusión a la serpiente del paraíso?  (El Señor Dios dijo a la serpiente: …pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: él herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón (Gén. 3,15)) Las palabras de Juan son sin duda muy duras: la imagen de la serpiente significa el origen del pecado, la maldad perversa y obstinada. Saduceos y fariseos serían, pues, el linaje de la serpiente, contrapuesta al linaje de la mujer: el Mesías que anuncia Juan.

Los fariseos alardeaban de ser perfectos cumplidores de la Ley y seguramente lo eran (parábola del fariseo y el publicano). La conversión, por otra parte,  era también para ellos una exigencia continua. Sin embargo la conversión "farisaica" significaba sólo el "cambio de mente" ritual, orientado al cumplimiento de una Ley, acomodada a las conveniencias de cada momento.  Más que preparar para la llegada del Mesías, suponía un obstáculo al proyecto salvador de Jesús. Por eso Juan les conmina: 

Dad el fruto que pide la conversión.

 

En el ‘reino de los cielos que se acerca, la ‘buena conducta’ legal no basta; se da por supuesta. La verdadera conversión de un miembro del Pueblo de Dios (judío o cristiano) pide más que ser ‘buena gente’, exige un cambio radical de mentalidad y de comportamiento.

Y no vale la excusa de pertenecer al Pueblo de Dios. Así pensaban fariseos y saduceos. Y esta condición les daba cierta superioridad, seguridad y hasta menosprecio de los demás pueblos. ‘No os hagáis ilusiones’, les dice Juan. Ante Dios no hay acepción de personas. Es más, Dios puede hacer hijos de Abraham de las piedras. 

Y no os hagáis ilusiones, pensando:

"Abraham es nuestro padre",

pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras. 

 Juan inicia ya la nueva realidad del Reino de Dios: no basta la religión formalista, ni la pureza del linaje; el tiempo nuevo exige un cambio, una conversión nacida del fondo del corazón. 

Ya toca el hacha la base de los árboles,

 y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. 

 Por tanto hay que podar estorbos, (“barrer las malas ondas”, que reza un mensaje muy repetido de EL MUNDO DE VAINICA); hay que acabar con la esterilidad del árbol y ofrecer buenos frutos.

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis;

 pero el que viene detrás de mí puede más que yo,

 y no merezco ni llevarle las sandalias. 

De nuevo surge la razón última de las exigencias de la conversión: el hombre debe ir hacia Dios, porque Dios viene a los hombres. El bautismo de Juan es un signo que apunta hacia esa venida. Es como sepultar el ser antiguo y revestirlo de una nueva criatura a fin de recibir a Dios con dignidad.

Pero Juan es sólo indigno precursor; su bautismo es solo de agua para la conversión; el verdadero bautismo no es solo con agua, sino con Espíritu y fuego para la salvación: 

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.  

El bautismo del Espíritu significa la presencia de Dios y la experiencia personal que de Él puede tenerse, el que transforma al hombre en nueva criatura, según Cristo.

Él tiene el bieldo en la mano:

aventará su parva, reunirá su trigo en el granero

y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

No se trata del juicio moral último. Es el examen sobre la ‘conversión’: la preparación real para aceptar el Reino de los cielos que está cerca. La norma para este examen es “el fruto que pide la conversión”.  La metáfora final lo corrobora: el trigo para el granero; la paja para la hoguera.

 

Como al árbol se le conoce por sus frutos, al cristiano se le conoce sobre todo por sus obras. Formar parte de la “familia” de Dios debe configurar al “estilo” divino. Del cristiano decía Guardini que “debería notársele hasta en la manera de subir a un árbol”.
 
 
 
 

    *Fondo por Vainica*   



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: VAINICA Enviado: 05/12/2010 19:54
Muchas gracias Santiago por traernos la Palabra de Dios.
Hoy no he ido a misa , aunque si la he seguido por la tele.
 Llevo  tres días sin salir de casa, por la gripe.
 
 


 
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