¡Virgen Inmaculada!. ¡Celestial Madre mía!
Con que placer llego ante Tu Santísimo Altar;
para contemplar Tus virtudes y exponer mis penas.
Que aliento santo cobra mi espíritu,
al acercarme ante Tu Sagrada Imagen;
donde veo representada la más profunda humildad;
una modestia admirable
y el resto de todas las perfecciones con que el
Señor Dios te adornó.
Haz ¡Madre Santísima!, ¡Divina y Celestial Señora!
¡Reina del Clero, de los apóstoles! ¡Madre del Mecías!
¡Hija predilecta de Dios Padre! Que oigamos
siempre Tus maternales avisos, para que arrepentidos de
nuestras culpas, e
imitando vuestras virtudes; logremos la inmensa dicha de
estar contigo en
el cielo, por toda la eternidad.
Así sea
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