Fugaz encuentro
Clavadas en el alma las palabras escuchadas un día, me salpican de sangre una vez más, bajo el martillo blandido por mi amante en lejanía.
Quise aislar del futuro nuestro instante, desnudo de proyecto y despedida, y anclar las realidades del contacto a las escasas horas aquel día. Y le rogué que no se enamorara, pero al profundizar en su pupila supe que ya era tarde, que su abrazo no era de carne, sino de alma viva. Y no insistí...Pude observar la arena desmenuzando el tiempo en la clepsidra, y era su corazón una ventosa que a través de ambas pieles me absorbía.
Temblé por ella, en soledad mañana, dormido el gozo al despertar la herida. Y me dijo: “No temas. Hoy es nuestro. Mañana no es de nadie todavía.”
Y la dejé fluir sobre mi cuerpo, en persistente, universal caricia.
“Un día habrás de amar, y ser amada, recuérdame, mujer, en ese día.”
“Aunque llegue el amor, dejaré abierta mi puerta para ti toda la vida”.
Y partió hacia su vida rutinaria con una lágrima en la tarde tibia, y volví a mis afanes anodinos, pretendiendo esbozar una sonrisa.
Pasó la cabalgata de los meses, racimos, nieves, rosas y gavillas, y el eco de un portazo en la distancia heló mi sangre y me dejó una espina.
Clavadas en el alma las palabras escuchadas un día, me salpican de sangre una vez más, bajo el martillo blandido por mi amante en lejanía.
“Aunque llegue el amor, dejaré abierta mi puerta para ti toda la vida”.
Cerrada está. Lo había anticipado. Pero el alma recuerda más que olvida.
H Alvarez
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