Yo caminaré lento, pero nunca doy marcha atrás.
No hagamos planes pequeños; no tienen magia alguna para inspirar el corazón humano. Hagamos grandes planes, apuntemos alto en esperanza y trabajo.
Nunca he conocido a una persona, sin importar su condición, en quien no pudiera ver posibilidades. No importa cuánto pueda una persona considerarse fracasada. Creo en ella porque puede cambiar lo que está mal en su vida en el momento en que esté lista y preparada para hacerlo. Cuando desarrolla el deseo, puede remover de su vida aquello que le derrota. La capacidad para reformarnos y cambiar yace dentro de nosotros.
La formación del carácter comienza en nuestra infancia y continúa hasta la muerte.
La mitad de los fracasos en la vida resultan de frenar nuestro caballo justo cuando está por saltar.
Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia no es un evento, es un hábito.
Al resolver un problema, escarbemos en las raíces en vez de sólo golpear las hojas.
En nuestra era, el camino a la santidad necesariamente pasa a través del mundo de la acción.
En la vida humana hay un constante cambio de fortuna; y no es razonable esperar ser exentos del destino común. La vida misma se deteriora y todas las cosas cambian diariamente.
Sólo tenemos dos manos: una para ayudarnos a nosotros mismos; la otra para ayudar a otros.
Nuestra filosofía no se expresa mejor en palabras; se expresa en las opciones que tomamos. A la larga, conformamos nuestras vidas y a nosotros mismos. El proceso nunca termina hasta que morimos. Y las opciones que tomamos son, en última instancia, nuestra propia responsabilidad.
Hagamos lo que tememos que hacer y sigamos haciéndolo... esa es la forma más rápida y segura descubierta hasta la fecha para conquistar el miedo.
Hoy les hacemos entrega de otra colección de perlitas de sabiduría contemporánea que, como siempre -y a pesar del trasfondo de sus autores- siempre reflejan de una manera u otra, la sabiduría bíblica. Y es que Dios, habiéndonos creado a Su imagen y semejanza, ha puesto en cada ser humano ese anhelo de plenitud y gloria que, alejados de Él, es tan sólo un pálido reflejo de lo real. ¿Por qué no, más bien, acercarnos a la fuente de sabiduría y dejar que sea Dios mismo quien nos oriente? Es más, ¿por qué no aferrarnos a Quien puede darnos el poder para hacer lo que más conviene para nosotros y quienes nos rodean? Adelante y que Dios les bendiga.