DOMINGO VII

“No he venido a abolir la ley, sino a perfeccionarla”

Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente.

Era una ley del derecho penal antiguo, no solo judío (se halla también en el código de Hamurabi y en otras legislaciones antiguas). Y era una ley relativamente buena y positiva. No pretendía la venganza, era solo un criterio de objetividad, una limitación en el desquite, que nunca debía sobrepasar el daño inferido: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe", pero nada más. (Ex.21,23-25).

Ya quisiéramos que nunca se rebasara hoy la ley del talión: seguramente no habría existido la bomba de Hiroshima, ni la mayor parte de las guerras, ni tantas otras brutalidades de nuestra historia.

Jesús nos dice que, al entrar en el reino, estamos en un mundo distinto:

“Yo en cambio os digo: No hagáis frente al que os agravia.…”

Esta es la norma general, que se concreta en casos prácticos:

Por de pronto no creo que el consejo deba entenderse en sentido literal. Si esta fuera la norma del cristiano, pocos cristianos habría en la tierra. Esto, más que cristianos, sería ser tontos; y esto, por fortuna, no nos lo pide el Señor. El mismo Jesús, ante la bofetada que, en la Pasión, le asesta el siervo del Pontífice, no le ofrece la otra mejilla, sino que le reconviene: “Si he obrado mal, muestra en qué; y si no, por qué me pegas?”. Entonces ¿qué quiere decirnos Jesús? Que intentemos ‘machacar’ al ofensor, que no tomemos la revancha, que sepamos perdonar.

dale también la capa

Las dos prendas fundamentales del vestuario, en tiempo de los romanos, eran la túnica interior, y la capa exterior. Supongamos —parece decir Jesús— que alguien cree que le has robado la túnica y te lleva a pleito; pues “dale también la capa”. Esto parece muy serio. ¿Y te quedas tú desnudo? La solución es semejante a la del caso anterior: procura ser tolerante y no trates de quitarle tú al adversario la túnica y la capa. (Además, como os pongáis cerriles los dos, el abogado y el juez os dejarán a los dos desnudos: sin túnica, sin capa y sin cartera).

Las autoridades o funcionarios romanos podían requisar personas o animales para realizar servicios públicos. (El Cirineo que ayudó a Cristo a llevar la cruz es un ejemplo). Como en los casos anteriores, frente a lo legal, Jesús avanza un paso más, indicando la presencia del reino. Y lo señala de forma general en el último caso práctico, siempre válido pero especialmente en tiempos de crisis:

d) a quien te pide, dale,

y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

De ahí, el ejemplo 2º:

Habéis oído que se dijo:

‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo.

Yo, en cambio, os digo:

Amad a vuestros enemigos,

y rezad por los que os persiguen.

Así seréis hijos de vuestro Padre

que está en el cielo,

que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos.

Se advierte que, en Jesús, hemos cruzado la frontera del reino, que estamos en otra galaxia, en la órbita del Padre-Dios. Y Jesús incide en lo más esencial de ese reino: el mandamiento nuevo, el amor. Más allá de lo legal, de lo establecido o prohibido, emerge otro espacio: el reino de Cristo, el mundo del cristiano. Aquí ya no hay que defender nada, porque no es tuyo ni mío; no hay amigos y enemigos, porque el concepto de enemigo se desvanece; sólo reina el amor—el amor sin límites de Pablo, 1Cor, cap. 13—bajo la mirada complacida del Padre Celestial.

Porque, si amáis a los que os aman,

¿qué premio tendréis?

¿No hacen lo mismo también los publicanos?

Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos,

¿qué hacéis de extraordinario?

¿No hacen lo mismo también los gentiles?

Ésta es la bellísima utopía cristiana, siempre en búsqueda, y siempre inalcanzable en esta vida: porque la meta está en el Padre Celestial, y el camino hacia el Padre —nos lo dijo Jesús— es Él. Recorriendo este camino, con más o menos tropiezos, la utopía se transformará un día en realidad:

Por tanto, sed perfectos,

como vuestro Padre celestial es perfecto.