SAMARITANA
N.B. El cántaro y la fuente han sido con frecuencia motivo literario en nuestra tradicional poesía popular. Cuando en las casas no había agua corriente y el pudor en la mujer no le permitía tomar clara iniciativa en las lides del amor, el cántaro y la fuente eran pretexto fácil y oportuno para verse con el ser querido. Cuántos cántaros de agua derramada para hallar motivo de llenarlo de nuevo en la fuente.
Ya en el Antiguo Testamento, los encuentros de hombre y mujer ‘junto al pozo’ solían acabar en matrimonio. Ejemplos: Isaac con Rebeca. Jacob con Raquel, Moisés con Séfora.
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En el evangelio de hoy Juan, el único evangelista que recoge el episodio, aprovecha este motivo del cántaro y el pozo de Jacob para escribir una de sus páginas más bellas. En ella presenta a Jesús en una tarea mesiánica muy particular: una delicadísima declaración de amor sobrenatural para recuperar la oveja descarriada.
La escena está preparada con todo esmero: es mediodía, la hora de la canícula. Las confidencias del amor exigen soledad: por eso, todos los discípulos —¡todos!— se han ausentado en busca de comida. Solo queda, junto al pozo, Jesús, cansado del camino (con sed y sin cubo para sacar el agua profunda). Y este es el momento en que llega la samaritana, solo ella, con su sed existencial y su cántaro para sacar el agua. Solos, frente a frente, Jesús y la samaritana.
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De modo espontáneo Jesús inicia la conversación: “Dame de beber”. Es el motivo. Ella, halagada quizá de que un hombre, joven apuesto, aunque adversario religioso, le dirija la palabra, acepta el diálogo y objeta: -¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). La samaritana, además de aceptar el diálogo, hace su presentación, como samaritana, y en cierto modo la del mismo Jesús, como judío. Pero Jesús no es solo un joven judío, el hombre, es el Mesías en su misión: por eso insiste en su declaración de amor e insinúa su presentación mesiánica:
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva”.
La sed de Cristo —dice Benedicto XVI— es una puerta de entrada al misterio de Dios, que se hizo sediento para saciarnos, como se hizo pobre para enriquecernos (2 Co 8,9).
Pero la mujer no ha comprendido la profundidad del amor de Jesús y sigue hablando del agua del pozo:
-Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo…
Jesús, en cambio, como el amante que declara amor eterno, contesta abiertamente en lenguaje mesiánico, ofreciendo agua de eternidad:
… el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
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La conversación entra en ámbitos de intimidad personal:
“Anda, llama a tu marido”.
La alusión recorre toda la vida de ella. Pero ella sabe que el interés de Jesús es muestra de amor, y confiesa su situación:
No tengo marido. Jesús no la reprende; no busca a la samaritana porque sea buena o santa, sino porque, a pesar de sus pecados, la ama. (Como el padre al hijo pródigo; como el buen pastor a la oveja perdida). -«Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.»
![Limage](http://i253.photobucket.com/albums/hh50/marujita_011/barres%20de%20separatios/rosadores.gif?t=1203460404) Al advertir que Jesús conoce proféticamente su vida, la mujer entra en el ambiente bíblico, y pregunta un problema candente entre judíos y samaritanos:
-Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte (Garizim), y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: -Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
De nuevo aflora la presencia de reino, preocupación constante de Jesús:
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad. La mujer le dice: -Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo. Jesús le dice: -Soy yo, el que habla contigo.
![Limage](http://i253.photobucket.com/albums/hh50/marujita_011/barres%20de%20separatios/rosadores.gif?t=1203460404) ![Limage](http://i253.photobucket.com/albums/hh50/marujita_011/barres%20de%20separatios/rosadores.gif?t=1203460404)
Llegan los discípulos e interrumpen la conversación. La Samaritana corre presurosa a comunicar la noticia del encuentro con Jesús: “Será éste el Mesías?” Tan impresionada ha quedado por las palabras de Jesús que hasta se ha olvidado del agua y del cántaro. Comienzan a hacer efecto las palabras de Jesús: el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed
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Jesús, por su parte, aunque es mediodía y los discípulos le insisten para que coma, no siente la necesidad de comer:
-Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis…Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. Lo había dicho el mismo Jesús: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Y ese día bien podía cambiar el alimento material por las palabras salvadoras salidas de su boca. Se impone la conclusión con que los samaritanos concluyen la escena:
”De verdad Él es el Salvador del mundo”
*Fondo por Vainica*
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