CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO
A la pregunta ¿Quién es Jesús de Nazaret?, el evangelio de hoy responde: Jesús es la luz del mundo. Y lo hace con una bella historia, en la que se dramatiza el paso de la ceguera física a la luz de la fe. Se trata de una catequesis sobre el proceso de la fe: la curación del ciego no es sólo un milagro apologético, es sobre todo un signo, un hecho significativo en que se proclama a Jesús como luz del mundo, aunque luz rechazada por los judíos.
1. PRETEXTO: Era una creencia general entre los judíos: en toda enfermedad subyace, como causa, un pecado propio o de los antepasados. Por eso
al pasar Jesús y ver a un hombre ciego de nacimiento, sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?
La pregunta de los discípulos introduce ya una intención teológica del milagro. En su contestación, Jesús trasciende la pregunta de los discípulos, rechaza la relación directa entre enfermedad y pecado, y expresa la verdadera finalidad de la narración: mostrar, a través del propio Jesús—el Enviado— la manera de obrar de Dios.
Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres,
sino para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado;
viene la noche, y nadie podrá hacerlas.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
2. EL MILAGRO: La rapidez en la narración, con simples enunciados, indica que para Juan lo importante no es el milagro:
Dicho esto, escupió en tierra,
hizo barro con la saliva,
se lo untó en los ojos al ciego
y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista.
El barro hecho con saliva evoca la creación del hombre, símbolo de la nueva creación por la gracia en el reino de los cielos. Pero esta curación, realizada en sábado, suscita una encendida discusión, pues Jesús, según los fariseos, viola el precepto festivo. Juan presenta la acción de Jesús como un proceso judicial en el que intervienen vecinos, padres del ciego, fariseos, y por supuesto el ciego mismo. La acción se desarrolla lenta, minuciosamente. Parece que sea Jesús el que es juzgado pero al final, de hecho, es él quien juzga. Y, como hilo conductor, el progreso de la fe en el ciego, el fracaso de la ley (fariseos) y el triunfo de la luz (Jesús)
3. LOS VECINOS:
Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: -El mismo. Otros decían: -No es él, pero se le parece. Él respondía: -Soy yo. Y le preguntaban: -¿Y cómo se te han abierto los ojos? Él contestó: -Ese hombre que se llama Jesús hizo barro,
me lo untó en los ojos
y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase.
Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. Le preguntaron: -¿Dónde está él? Contestó: -No sé.
A los vecinos, al pueblo, solo le interesa lo episódico, lo superficial: ¿Es o no es ése el que se sentaba a pedir? ¿Cómo sucedió la curación? La gente discute, se entretiene, pero sólo se guía por la curiosidad. De Jesús ni se ocupa.
El ciego, en este primer momento, no dista mucho de la mentalidad de sus vecinos: Cuando se identifica ante los conocidos como el ciego mendicante, solo puede decir que le dio la vista "ese hombre que se llama Jesús"; pero ignora quién es o donde está.
4. FARISEOS: Pronto intervienen los fariseos. Juan escribe a finales del siglo I. El centro de controversia entre cristianos y judíos, en esa época, era el carácter mesiánico de Jesús. El judaísmo oficial —los fariseos— no solo lo negaba sino que perseguía a los cristianos y los excomulgaba de la sinagoga.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: -Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo. Algunos de los fariseos comentaban: -Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: -¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: -Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: -Que es un profeta.
Los fariseos se convierten en jueces y árbitros de la situación. En realidad no se juzga la curación del ciego sino a Jesús: ¿es Jesús un pecador o un enviado de Dios? En la balanza están la curación de un hombre y la observancia ritual del sábado. Para los fariseos prevalece el rito, la ley: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Sin embargo, en este primer interrogatorio algunos fariseos se muestran dispuestos a aceptar a Jesús como un hombre de Dios.
El ciego, a su vez, ha progresado en su camino hacia la fe y acepta que Jesús es un profeta, un hombre enviado por Dios.
5. PADRES DEL CIEGO: San Juan parece disfrutar ante la confusión de los fariseos. Aceptar la curación del ciego era aceptar la acción de Dios y aceptar, por tanto, que Jesús no era un pecador, puesto que tenía el favor de Dios. Intentan, pues, negar la existencia misma de la curación. Para ello buscan el testimonio de sus padres:
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego
y había recibido la vista,
hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: -¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego?
¿Cómo es que ahora ve? Sus padres contestaron: -Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;
pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros,
quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos.
Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Los padres del ciego temen las represalias de los fariseos, y optan por rehuir la contestación, sin comprometerse:
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos;
porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga
a quien reconociera a Jesús por Mesías.
Por eso sus padres dijeron: Ya es mayor, preguntádselo a él.
6. 2º INTERROGATORIO DEL CIEGO: Ante el fracaso con los padres, los fariseos vuelven a llamar al ciego. En su mentalidad, algo falla: Jesús ha violado el reposo sabático y por tanto es un pecador; y un pecador no tiene el favor de Dios para realizar milagros. Rechazan, pues, la evidencia, porque no encaja en sus convicciones. Insinúan que el ciego miente, empeñándose en que así lo confiese el que había sido ciego.
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: -Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: - Si es un pecador, no lo sé;
sólo sé que yo era ciego y ahora veo.
Le preguntan de nuevo: -¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos? Les contestó: -Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso;
¿para qué queréis oírlo otra vez?;
¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: -Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios,
pero ése no sabemos de dónde viene. Replicó él: -Pues eso es lo raro:
que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores,
sino al que es religioso y hace su voluntad.
Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento;
si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron: -Empecatado naciste tú de pies a cabeza,
¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron.
Sin duda estamos ante un ciego ‘con mucha vista’; hasta se permite bromear con los fariseos. Su proceso hacia la luz, no solo física sino de la fe, es evidente:
Al principio lo ignoraba todo de Jesús. Luego acepta que es un profeta. Ahora defiende ante los fariseos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace la voluntad divina. Ya está a un paso de la fe.
7. FE DEL CIEGO: Es entonces cuando Jesús sale al encuentro del ciego y se produce la confesión de fe:
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: -¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: -Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es. Él dijo: -Creo, Señor.
Y se postró ante él.
8, CONCLUSIÓN
Jesús añadió: -Para un juicio he venido yo a este mundo;
para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos
La palabras finales de Jesús aclaran el veredicto del proceso: Jesús, la LUZ, es quien juzga a todos: Los vecinos del ciego siguen, al parecer, en su curiosidad superficial. Los padres permanecen en el miedo o el respeto humano. Los fariseos, los que creían ver, se niegan a creer en Jesús y se sumergen más en la noche ritual de la Ley: "ese Jesús es un pecador". Solamente el ciego, protagonista y símbolo de todo el episodio, sumido al principio en la oscuridad de los ojos y de la fe, sale de su doble noche aceptando a Jesús, Luz del mundo: "Creo, Señor".
*Fondo por Vainica*
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