Partirse como Jesús por amor.
San Agustín llama a la Eucaristía: “sacramento de amor, símbolo de unidad, vínculo de caridad”. A la Eucaristía se la llamaba la fracción del pan. Es un gesto impresionante. Tendríamos que temblar de amor y dolor cada vez que partimos el pan. Y tendríamos que asumir las mismas actitudes del que se dejó partir.
Al mundo egoísta se le ofrece este signo de altruismo supremo. Un gesto que debe repetirse. Si cada vez que comemos de este pan recordamos su muerte por amor, también nos comprometemos a partirnos amando, a gastarnos dividiéndonos y a vivir muriendo.
Signo de unidad.
La Primera Carta a los Corintios nos recuerda que todos formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.
Dice San Agustín: "Nuestro Señor ha puesto su cuerpo y sangre en estas cosas -el pan y el vino- que, de múltiples que son en sí se reducen a una sola, porque el pan, de muchos granos, se hace una sola cosa; el vino se forma de muchos granos, que hacen un solo licor".
Y ésa es precisamente la estremecedora grandeza del Cuerpo y la Sangre de Cristo. El mismo lo había anunciado: «Mi carne es verdaderamente comida; mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí y yo en él». Es decir, quien come dignamente la eucaristía, entra también en este proceso de «elaboración a lo divino».
Vínculo de amor.
Sin la comunión no habría amor a los demás. Cada comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros. Comulgar con Cristo es entrar en comunión con el hermano. El otro debe ser nuestra hostia diaria. La Eucaristía debe crear en nosotros la decisión consciente de ir hacia los otros y entregarnos a ellos. Por encima de las oraciones litúrgicas de acción de gracias, por encima de las plegarias privadas, la verdadera acción de gracias es la caridad.
-¿Por qué falla la Eucaristía? Porque no nos dejamos transformar. Creemos que al comulgar hacemos a Cristo cosa nuestra, cuando la verdad es otra: al comer a Cristo somos comidos por Él. La Eucaristía falla cuando comulgamos, no cuando somos comulgados. "Como es fuente de vida el Padre que me envió y yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me come vivirá por mí". Cada Comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros.
J. M. Martín