PEDAGOGÍA DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
Creo que todos sabemos lo que son, en líneas generales, las parábolas evangélicas. Se trata de relatos tomados de la vida ordinaria, de forma sencilla y plástica, con los que Jesús enseñaba al pueblo llano las verdades sobrenaturales de su mensaje mesiánico. Son, pues, un método didáctico; su finalidad general es instruir.
Nada tiene de extraño que Jesús utilizara con frecuencia este género literario: se ajusta a la mentalidad del pueblo judío y al carácter semítico en general. También se encuentra utilizado en la literatura rabínica.
Por su propia naturaleza (narración sencilla de hechos corrientes) la parábola suscita fácilmente la atención del oyente; pero, a pesar de su sencillez, tiene también cierto carácter enigmático, por lo que exige a veces un esfuerzo de interpretación. Jesús lo deja entrever con la expresión:
“El que tenga oídos para oír, que oiga”
Parece ser, sin embargo, que Jesús no utilizó siempre este método pedagógico. Sólo así se explica que (en la parábola del sembrador) los apóstoles le preguntasen sorprendidos:
¿Por qué les hablas en parábolas? (Mt. 13,10)
La respuesta de Jesús es, por lo menos, extraña y sorprendente.
La recogen los tres sinópticos (aunque la formulen de forma diversa), y en el mismo contexto: en el centro de la parábola del sembrador, entre la exposición, dirigida a la muchedumbre, y la explicación dada a los discípulos.
La versión más antigua, y la más desconcertante quizá, es la de Marcos (4,11):
Él (Jesús) les dijo: —A vosotros se os comunica el secreto del reino de Dios; pero a los de fuera todo se les propone en parábolas, de modo que: por más que miren, no vean; por más que escuchen, no comprendan; no sea que se conviertan y sean perdonados.
La versión de Lucas es muy semejante(8,10):
Él les respondió:—A vosotros se os concede conocer los secretos del reino de Dios; pero a los demás se les habla en parábolas: Para que viendo, no vean, y escuchando, no comprendan.
Parece sugerirse, tanto en Marcos como en Lucas, el deseo de que el público no comprenda la enseñanza que recibe. Si no fueran palabras del mismo Jesús, hasta podríamos sospechar que llevan un poquito de mala idea. Esto mismo debió pensar Mateo, que cambia la consecutiva de Marcos (‘de modo que’) y la final de Lucas (‘para que’) por una causal (‘Porque’):
Él les contestó: -«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.
De este modo Mateo desplaza las palabras de Jesús del designio profético de Dios a la realidad culpable del hombre, que rehúsa aceptar la predicación mesiánica del reino.
CONTEXTO
Jesús apoya sus palabras en un texto del profeta Isaías (6,9s.): éste, en una visión, recibe y acepta la misión profética, pero el Señor le ordena:
“Anda y di a esa gente: ‘Por más que escuchéis, no entenderéis; por más que miréis, no comprenderéis’. Embota el corazón de esa gente, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y sane”.
Quizá no convenga hacer demasiado hincapié en las ásperas expresiones del profeta; su estilo, auténticamente semítico, presenta como intención directa de Dios lo que Dios tal vez sólo prevé y permite; se trataría, pues, de un clima de pasión profética más que de un auténtico juicio de Dios.
Mateo, sin embargo recoge la profecía como un hecho real, verificado en la incredulidad del pueblo judío respecto a la predicación de Jesús:
Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure."
EXPLICACIÓN
De lo que no cabe dudar es del carácter ‘particularmente enigmático’ de estos versículos; (el mismo término originario ‘mashall’ tiene el significado ambiguo de parábola, acertijo, enigma, proverbio).
Este carácter enigmático ha dado pie a múltiples interpretaciones, por ejemplo:
a) Algunos soslayan toda dificultad traduciendo lo que nos gustaría leer: “a no ser que se conviertan y obtengan la salvación”. (Pero no parece fácil deducir del texto esta versión).
b) Aceptan otros que Jesús, como castigo de la incredulidad del pueblo, lo hubiera querido cegar aún más mediante la forma oscura de su nuevo método de enseñanza. (Si enseñaba, ¿para qué enseñaba? ¿Encaja esta idea con la misión mesiánica y salvadora de Jesús, el que hasta en la cruz disculpa: ‘no saben lo que hacen’?).
c) La opinión hoy más frecuente entre especialistas entiende que la creciente incredulidad del pueblo judío hacía inviable una predicación abierta del reino de Dios. En efecto, casi todas las parábolas de Jesús se refieren al reino de Dios, un reino que ‘está entre vosotros’ pero ‘no es de este mundo’: y la sublime doctrina espiritual que Jesús enseñaba a sus discípulos no podía encajar en la grosera esperanza de un reino material, tan arraigada en el pueblo judío.
Por eso, Jesús intenta presentar la verdad sobrenatural en esta forma velada de parábolas, a fin de que sus oyentes recibieran la poca luz que podían soportar. Así lo dice expresamente Marcos: “Con muchas parábolas semejantes les exponía la Palabra, conforme a lo que podían comprender. Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo” (Mc. 4,33-34).
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