Recuerdo aún aquél campamento
en el que cada mañana
que acompañados de nuestra buena Luna
y con los debidos trajes
nos acercábamos a la mar.
Más después nos reuníamos en grupos
y a comer nos acercábamos
y hacia el caer de la tarde
cuando se salía de marcha
había gente que la gozaba.
Y aunque al caer la noche
te despedías hasta el siguiente día
lo malo no era eso
pues cuando volvíamos a casa
las lágrimas se nos saltaban.
Y esque después de tanta convivencia
de compartir y reír
resultaba un poco serio
el tenerse que despedir.
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Autor: Mª Fuentes