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POEMAS Y REFLEXIONES: LA SEMILLA QUE NO QUERÍA CRECER
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: VAINICA  (Mensaje original) Enviado: 27/11/2011 20:20
 
 
 
  
  
 
 
 

                 

 

LA SEMILLA QUE NO QUERÍA CRECER

Hace bastante tiempo, no lo recuerdo muy bien, pasó un

sembrador por esta tierra mía y fue dejando caer sus

semillas. Con cariño las hablaba y decía algo a cada una:

‘ ... Sé un árbol para que se posen en ti las aves del cielo ...’

‘ ... Da buen trigo, para que pueda el molinero hacerte harina

y ser luego un hermoso pan familiar ... ‘

‘ ... Crece bien, para girar luego con el sol ... ‘

‘ ... Danos buen aceite, para condimentar nuestros

alimentos los hombres ... ‘

Y aquel sembrador salía todos los días al campo para ver

 crecer las plantas y contemplaba satisfecho cómo cada

una echaba sus tallos y hojas. No obstante, entre todas

 aquellas plantas notaba la ausencia de una semilla que

tardaba en salir a la luz, y todos los días esperaba con ansia

 y preocupación verla salir.

Allí, dentro de la tierra, se oía el rumor de la semilla:

‘ Se que es hora de crecer, de salir de la tierra y echar

 raíces con firmeza, pero si salgo y no llueve

suficiente me moriré de sed, y si hace mucho frío me

 congelaré, o si por el contrario hace demasiado

sol, me abrasaré; o puede que alguien me pise y me aplaste.

Yo quisiera ver el azul del día, ser un árbol fuerte, dormir

a la luz de las estrellas, pero si salgo y las

cosas van mal..., todo se acabará’.

Aquella semilla se llenó de miedos y no se atrevía a crecer;

 hasta que un día, en medio de sus dudas y temores,

recordó lo que dijo el sembrador cuando la puso

en la tierra:

‘ ... ¡Crece!, porque te necesitamos. Por tu lado pasarán

muchas gentes y se sentarán aquí a descansar.

Las aves harán nidos en tus ramas y ...

Cuando recordó esto, comprendió que alguien le

 esperaba y que no podía permanecer más tiempo

allí, bajo el suelo.

Se puso a crecer y cuando salió a la luz, encontró la sonrisa

 del sembrador y luego vio un camino que pasaba por

allí mismo; y deseó con todo su empeño crecer más.

 Vinieron las nieves y los vientos del invierno, y aún cuando aquello

parecía insoportable, luchaba con toda su fuerza con el fin

 de no ser arrastrada por el viento ni tronchada por el peso de

la nieve; cuanto más recia era la ventisca y estaba a punto de

 taparla, ponía más empeño por sobresalir encima de ella.

Cuando la riada de lluvia llegaba hasta su débil tronco, aquel

arbolito se agarraba firmemente a sus raíces, de

manera que no había forma de arrancarle del suelo.

Y siempre, todas las tardes encontraba la mirada del

sembrador que se fijaba en él y sonreía.
 

Así, creció un año y otro, viendo cómo la gente se acercaba

por el camino y al llegar a su lado, paraban, miraban

el horizonte y continuaban adelante. Un día descubrió entre

sus ramas una ardilla que jugueteaba saltando y que hizo

nido en un hueco que encontró entre ellas.

Y siempre, todas las tardes, la mirada sonriente del sembrador

 que alzaba la vista desde el suelo hasta el cielo

para ver su última rama.

Creció y creció ... La gente veía sobresalir el árbol

por encima de todos, desde muy lejos.
 Le llamaban el“árbol del camino"

 Otro día descubrió cómo un águila hacía un nido entre

 sus ramas más altas, porque desde allí casi se podía tocar

el cielo y ver bien las estrellas. Y como todas las tardes,

 desde aquella en que decidió salir a la luz, la visita el

sembrador que le miraba sonriente al tiempo que esperaba

algo de él.

Cada vez era más robusto y recto y su corteza arrugada por

 los rigores del invierno testimoniaba su firmeza a
 

En cierta ocasión, cuando llegaba el invierno, descubrió en la

 visita que al atardecer le hacía el sembrador, que

este tenía frío. Aquel árbol desgajó de sí una rama para que

 fuera leña de hogar, y comprendió que la felicidad no está

solo en ser, sino también en dar. Cada tarde, cuando el

sembrador cruzaba con el árbol la sonrisa, le daba lo mejor
 de sí mismo y se oía en el bosque el crujido de una rama.

Un día, aquel robusto y anciano árbol, notó al atardecer la

 ausencia del sembrador y comprendió que había llegado la hora...

¿Sabes? Dicen que todas las tardes, Dios da una vuelta por

 el cielo y que se para a la sombra de un gran árbol, lo

mira y se sonríe.

***********

(Parábolas de nuestro tiempo)

  

                              

 

 *Fondo por Vainica*

 

 
 


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