LOS “SUEÑOS” DE LA VIRGEN
“La Virgen sueña caminos,
está a la espera…”
Reconozco mi incapacidad para imaginar, ni siquiera a mucha distancia, los “sueños” ilusionados de María desde la Anunciación. Tal vez una joven adolescente, enamorada, “a la espera” y primeriza, pudiera vislumbrar algo. Pero, aún así, la espera de María era tan especial que se convierte en única.
Ella lo recuerda perfectamente, camino de Belén. ¡Qué momento aquel, el primero, el de la Anunciación! Estaba ella tan tranquila, cuando de pronto, inesperadamente, se le acerca el arcángel. Ella, lógicamente, sintió turbación. Y el saludo de Gabriel ¡había sido tan sencillamente maravilloso! ¡Qué palabras tan bellas!
María y José hablaban sin duda el lenguaje arameo. Era el hebreo de entonces, con influencias siríacas y caldeas. Por eso el saludo del ángel sería seguramente "Shalom lak", “La Paz de Dios sobre ti”.
Todavía hoy, el saludo habitual judío es éste: “Shalom”. La facilidad espontanea y frecuente con que se dice, trivializa la palabra a un “Hola”, “Buenos días”, “Adiós”; es decir, a un simple saludo.
En cambio, para el peregrino que llega a Jerusalén y siente renacer sus ideas y sentimientos religiosos más hondos, la palabra “Shalom” tiene resonancias muy especiales. Significa algo así como el deseo del canto de los ángeles en la noche de Navidad. Significa el deseo de paz y bienestar universales: con Dios, con los hombres, consigo mismo. Tal fue el saludo del Arcángel:
Shalom lakh Miryam (La Paz de Dios sea contigo, María,)
María debió de quedar atónita. Como si la eternidad de Dios se hubiera detenido en un compás de espera sobre Ella, para hacerle una proposición de amor, y por ella a toda la humanidad.
La versión griega rebaja la profundidad del vocablo arameo “Shalom”, y lo traduce por “Jaire”, (Alégrate, regocíjate). Era la fórmula habitual de saludo entre los helenos.
Lo mismo hace San Jerónimo, en la Vulgata latina. Traduce con el saludo usual romano: “Ave”.
(Recuérdese—de las películas de romanos—el saludo de los gladiadores al Emperador antes del combate: Ave, Caesar, morituri te salutant: Salve, César, los que van a morir te saludan).
Este vocablo latino “Ave” es el que queda con el mismo sentido en el título español del “Ave María”.
Sin embargo, la fórmula castellana "Dios te salve", tan repetida que nos suena perfectamente normal, no deja de ser algo extraña. Entendida como subjuntivo del verbo salvar, con el deseo de que Dios salve a María, ¿de qué tendría que salvarla? María, por los méritos de su futuro Hijo, ya estuvo salvada del naufragio universal del pecado, desde el primer instante de su concepción. Lo recuerda la bula y fiesta de la Inmaculada.
Al introducir en el saludo del ‘Ave María’ el nombre de Dios, quizá pueda entenderse como “Salve, de parte de Dios”, dando al término “salve” el significando del “Ave” romano; pero, de este modo, la salutación recobra la profundidad del saludo arameo de Lucas.
Bello saludo que le repetirán por siempre todas las genraciiones.