La palabra Siempre
Nos
alivia pensar que nuestros hijos vivirán durante toda nuestra vida, que
los amigos estarán a nuestro lado hasta el final... que todos los
embarazos llegarán a término, que todos los bebés nacerán sanos, y vivirán
por muchos años.
Nos
empeñamos en jurarnos amor para toda la vida, aún sabiendo que es sólo una
expresión de deseo...
En el amor,
como en la vida, los "siempre", los "para toda la vida", los "nunca", nos
calman... nos eximen de pensar en lo peor, en la muerte, en los
imprevistos, en el dolor, en la injusticia, en los imponderables...
Y cuando
las cosas no salen como hubiéramos querido, siempre podemos culpar a Dios,
al destino, a la mala suerte...
Lo
cierto es que la vida se maneja bien distinto... nos sobresalta, nos
confunde, nos enoja, nos cambia los planes, y cuando nos acostumbramos,
nos lo vuelve a cambiar.
Y que, a la
larga, cuando miramos para atrás, cada cosa fue para mejor. Claro, si lo
sabemos ver...
Tal vez
debiéramos vivir con más entrega, con más ingenuidad, con menos
exigencia...
Tal vez
debiéramos entender que las personas, las situaciones, están en nuestras
vidas por algo, y que a veces la sutil presencia de otro es suficiente
para un gran aprendizaje, para un gran cambio.
No son
mejores las amistades que duran toda la vida, que aquellas que duran
solamente unos días...
No son
mejores las relaciones para siempre, que aquellas fugaces, que pueden
cambiarnos la vida...
La
intensidad no tiene relación con la permanencia en el
tiempo...
Nada es
para siempre, y cuando podamos comprender eso, entenderemos que cada
momento vivido con alguien, cada instante sutil de la vida, tiene un
mensaje para darnos, nos ocurre por algo, y que a veces bastan unos pocos
segundos para captar el mensaje, y seguir nuestro camino, o dejar libre al
otro para que siga el suyo...
Claro que
es lindo tener amigos de toda la vida, relaciones intensas y duraderas. A
veces tenemos el privilegio de contar con ellas. Pero
otras veces, el roce es fugaz, casi
imperceptible. A veces ni nos cuestionamos para qué tuvo que pasarnos esto
en la vida.
He
aprendido que cuando uno da lo mejor de sí, y toma lo que la vida, o la
otra persona tiene para dar, puede seguir su camino en paz, sabiendo que
el contacto ha sido posible, y que algo bueno saldrá de
ello.
Y
fundamentalmente, podemos dejar que el otro también se vaya en paz... sin
reclamos, sin culpas, sin rencores...
Cada
segundo puede ser una eternidad... de hecho, la Eternidad, no es más que
una sucesión de instantes...