Tradicionalmente, los servidores públicos y privados,
basureros, carteros, guardias, sirvientes…., fueron
quienes comenzaron a recibir una muestra de
agradecimiento en forma de regalo o propina a cambio de
felicitar la Navidad a quienes servían.
Otro sistema para recaudar aguinaldos ha sido, y aún
continúa siendo en ciertos lugares, el de grupos que
van por las casas deseando feliz Navidad a los vecinos
y cantando villancicos a cambio de alimentos o monedas.
El origen del aguinaldo se remonta a la época romana.
Según cuenta la leyenda, la tradición surgió con Rómulo,
el primer rey de Roma, quien recibió de sus ayudantes
el primer día del año unas ramas cortadas de un frutal del
bosque de la diosa Strenia.
Este obsequio fue tomado como un indicio de buen
augurio para el año venidero.
Más adelante, este gesto se transformó en un rito que
se celebraba cada primer día del año con el nombre de
estrena, sinónimo de aguinaldo.
Con el tiempo, las primitivas estrenas fueron evolucionando
hacia regalos más sofisticados.
A veces eran las clases inferiores las que otorgaban esos
regalos a las superiores, en la costumbre ancestral de
nunca presentarse ante dioses o reyes sin un obsequio
adecuado, lo que acabó convirtiéndose en tributos o
impuestos.
Cuando era a la inversa, se tomaba como
promesa de abundancia o prosperidad y se conoció
desde la época romana como donativos.
En la actualidad, las empresas son las que mantienen viva
esta tradición, que resiste a los embistes de la crisis.
Porque en mayor o menor medida, siempre se encuentra
una buena manera de enviar los mejores deseos a alguien.