NAVIDAD EN BELÉN
Jerusalén, viernes, 4 de septiembre del año 2009
Día 5º de peregrinación por Tierra Santa. Destino, Belén y Ain Karem.
A las 7:30 horas suena el teléfono despertador.Hora y media después salimos hacia Belén. Dirige la peregrinación el P. Emérito Merino, franciscano de la Custodia de Tierra Santa.
Ambiente alegre, navideño: “El camino que lleva a Belén…”
Circulación densa, un poco caótica, a veces.
Poco después de las 9 h. estamos en la Plaza de la Natividad, ante la basílica del mismo nombre.
Por su aspecto exterior, la basílica, más que iglesia, parece la fortaleza de un castillo medieval. El acceso se reduce a una puerta muy pequeña. Los visitantes deben agacharse para entrar. Alguien comenta que para entrada al establo de la mula y el buey, podría pasar; pero ¡para una basílica…!
El P. Emérito aclara: Antes la basílica tenía tres puertas, pero en la época de los turcos, entraban hasta hombres a caballo, por lo que se bloquearon dos de las puertas, quedando sólo ésta, por la que apenas puede entrar una persona. (Algunos interpretan que así hay que inclinarse religiosamente y por fuerza ante el misterio de un Dios hecho hombre).
Uno a uno y lentamente pasamos al interior. El contraste con la entrada y la fachada es espectacular. Cuatro filas de columnas de piedra caliza roja. Con sus cinco naves —la central muy amplia— produce una impresión de grandiosidad. La construcción actual se levantó en tiempos de Justiniano (527-566), aunque la estructura original data del siglo IV, siendo Makarios obispo de Jrtusalén, poco después del primer Concilio de Nicea (325).
Comenta el P. Emérito: Esta iglesia está construida sobre otra anterior de la época del emperador Constantino, siglo IV. Prueba de ello son los mosaicos que estáis viendo aquí. Son auténticos, de la época de Constantino. Y esta iglesia está edificada sobre otra de aquella época.
Nos dirigimos hacia el presbiterio. Nuestro guía continúa la explicación:
El portal de Belén está aquí abajo, donde está el presbiterio. Pero ahora, nos centramos en la basílica. La gran basílica que levantó Constantino fue completamente arrasada en las Revueltas Samaritanas (año 529). Luego, el emperador Justiniano levanta esta gran basílica en el mismo emplazamiento de la de Constantino.
El año 614 tiene lugar la invasión persa, que arrasa Belén y sus alrededores. Sólo esta basílica, en todo el país, se libra de la destrucción, y por casualidad.
Lo explica el P. Emérito: Esta basílica se salvó milagrosamente porque, cuando llegan los persas, encontraron en uno de los cuadros a los reyes magos, y al reconocer su indumentaria, dijeron: estos son de nuestra tierra, son de nuestra familia; y respetaron la iglesia.
También se libró, luego, del mundo musulmán, que venía arrasándolo todo: encontraron también escenas, sobre todo con Miriam, María, a la que ellos tienen devoción; pues, bueno —se dijeron también— vamos a respetarlo; lo cierto es que, milagrosamente o no, pues también se salvó.
Posteriormente se ha ido mejorando, sobre todo con los cruzados (1099-1187), que la potencian mucho: aquí fue coronado como rey de Jerusalén Balduino I en el año 1100; no quiso ser coronado en Jerusalén, por respeto a Jesucristo. (De aquí que… después tendrá el título de rey de Jerusalén el rey de España; de vez en cuando también lo usan).
Originalmente debía ser una preciosidad. Las columnas que veis estaban policromadas, con imágenes de acontecimientos bíblicos y de la historia. Columnas policromadas. Debía ser una belleza.
También las paredes interiores, todo alrededor, estaban cubiertas con mosaicos, todo haciendo relación a la vida de Jesús.
Se oye, lejano, el canto coral, característico de los monasterios. Aclara el P. Emérito: El portal de Belén se lleva por tres religiones: armenios, ortodoxos y franciscanos. Ahora están los ortodoxos oficiando, y por donde ellos están no puede pasar nadie; a ver si cuando terminen, ahora no nos van a dejar. Los franciscanos vinimos aquí en el s. XIV, estuvimos dos siglos, después nos mandaron fuera. Ahora seguimos aquí con una pequeña participación en la gruta, y sobre todo con la iglesia de Santa Catalina, que luego veremos.
La basílica es —como digo— la iglesia más antigua de Tierra Santa. Aunque ha sufrido algún accidente a través de la historia, por ejemplo, en el s. XIV se quemó el techo, lo renovaron; pero básicamente sigue siendo la del s. IV, especialmente el trazado y otros muchos elementos.
(Por lo visto, el que ‘en su vida no tuvo donde reclinar su cabeza’, ha querido salvaguardar a través de los siglos, la humilde cueva que tanto costó hallar a sus padres para que Él naciera)
La Gruta del nacimiento
Ahora vamos a hacer nosotros la visita a la gruta. Esta basílica que tiene tanta historia, tanto recuerdo, se concentra, sobre todo, en la cueva donde nació N.S. Jesucristo. En la cueva veremos una estrella que, según la tradición, señala el lugar donde nació Nuestro Señor y unos pesebres donde se coloca la adoración de los reyes magos.
Por una escalera lateral bajamos a la gruta (del nacimiento): una estancia reducida, de unos doce metros de largo por tres y medio de ancho. Una especie de imán, no sé si sobrenatural o no, nos atrae enseguida hacia el altar. Y bajo el altar, la estrella de plata de catorce puntas, señalando a todos los ángulos de la tierra; y sobre la estrella, escrita en círculo y bajorrelieve, la inscripción latina más bella que haya existido: Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est: AQUÍ NACIÓ JESUCRISTO DE LA VIRGEN MARÍA.
Hic, AQUÍ: la palabra mágica que nos viene siguiendo desde que pisamos Tierra Santa, la que hace a Vainica suspirar y repetir una y otra vez: “Esto es una gracia de Dios”. ‘Aquí’ tuvo lugar el Sermón de la Montaña, aquí el Primado de Pedro, aquí la Pesca milagrosa, aquí la Transfiguración (qué bien comprendo a los tres apóstoles privilegiados añorando tres tiendas para perpetuarse en el Tabor). Pero esta palabra, en Belén, tiene un sentido único, irrepetible: AQUÍ nació Jesús de la Virgen María, y Dios, hecho hombre —Emmanuel: Dios con nosotros— comenzó a caminar sobre la tierra.
(¿Mera curiosidad?: Cuando la misa se celebra en latín, la palabra HIC se emplea en la consagración, como pronombre, para expresar la presencia real de Cristo en la Eucaristía).
El P. Emérito, comprensivo, ha callado. Aquí sobran las palabras. Bastan los sentimientos, y éstos hablan sin respeto humano. Unos se arrodillan y rezan, otros besan la estrella, la acarician, apoyan sobre ella la frente, no faltan ojos enrojecidos y hasta alguna lágrima furtiva. Cada visitante vuelca su bagaje de emociones, intenciones o recuerdos, consciente de que ésta es una ocasión única para el encuentro del alma con Él: ¡aquí!.
Pero no es posible permanecer mucho tiempo en la gruta. Llegan grupos y grupos de peregrinos: todos tienen derecho a su ‘porción de estrella’. Cristo ha nacido para todos, es universal. Subimos de nuevo a la basílica por otra escalera, situada en la parte contraria a la de bajada.
Sigue oyéndose el canto coral de los ortodoxos. El P. Emérito recobra la explicación:
¿Qué más voy a decir de la basílica? Testimonios de grandes peregrinos? Múltiples: San Ireneo, por ejemplo, nos dice: Aquí los cristianos celebramos y conmemoramos este acontecimiento; y así tantos ilustres peregrinos. Hay que resaltar la presencia de un gran peregrino, que os suena mucho: San Jerónimo: pasó aquí al lado del portal de Belén 30 años, ¡30 años, se dice bien!, orando, estudiando y escribiendo. Fue el que tradujo la Biblia llamada Vulgata. En 384, Jerónimo tomó residencia en Belén y dos años más tarde se reunieron con él Paula y su hija Eustoquio. Bajo la iglesia al lado de la cueva de Jesús están las tumbas de Paula, Eustoquio y Jerónimo.
Estos son algunos de los datos históricos: que no se trata de dar una conferencia sobre la Basílica, hay mucho escrito, y tampoco quiero que la mente pueda al corazón, sino más bien, que la vida esté sobre la letra.
Iglesia de Santa Catalina
Bien, vamos a pasar ahí, ya que siguen los ortodoxos en sus oficios y no dejan pasar hasta que no terminen su liturgia, que dura hora y media.
Pasamos de la basílica a una iglesia contigua. El P. Emérito reanuda la explicación: Esta es la iglesia que tenemos los católicos. O los franciscanos en nombre de la iglesia. (Ya sabéis que el papa Clemente VI da una bula en la que quería que los representantes aquí de la iglesia católica fuéramos los franciscanos.)
Como en la basílica no podíamos actuar, y esto es muy importante para todos los cristianos, adquirimos aquí este terreno y se levantó esta iglesia al lado de la auténtica basílica. Esta iglesia está dedicada a Santa Catalina, una matrona egipciana que ayudó mucho a Tierra Santa; además de ayudar, fue una gran cristiana, una gran mujer, por eso llegó a ser santa. La iglesia franciscana de Santa Catalina fue construida en 1881.
Esta iglesia es la que acoge a los peregrinos, como nos acoge hoy a nosotros; aquí tendremos la eucaristía a las once. Desde aquí se transmite a todo el mundo católico la misa de Nochebuena. Cuando veáis la tele esa noche, pues desde aquí es la misa, ya lo sabéis.
Al lado de esta iglesia queda el convento franciscano, y una Casa Nova donde vamos a comer nosotros. A continuación, fuera, están los cuatro claustros clásicos que solemos tener los conventos, y un patio dedicado a San Jerónimo.
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Momentos más tarde, hacia las once de la mañana, estábamos todos en la iglesia de Santa Catalina, celebrando la misa de Nochebuena.
Celebrantes: dos sacerdotes de Valladolid (Jesús Hernández y Jesús Ángel Albillos) y dos Padres Franciscanos (P. Emérito y P. Carlos).
Lee la epístola: Vainica.
No falta la adoración del Niño Jesús, mientras el grupo de peregrinos canta:
Noche feliz de Navidad
viene Dios a salvar.
Noche buena en que alumbra el Amor
el misterio encendido de Dios.
Duerme el Niño Jesús,
Duerme el Niño Jesús.
Personalmente, creo que nunca he tenido una Nochebuena tan ‘buena’ como la de este mediodía y en septiembre, AQUÍ, en Belén. Sin duda, Feli, ha sido una gracia de Dios.
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