EL Bautismo del señor
Isaías 42,1-9; Salmo 89, 1-9; Hebreos 10, 34-38; Marcos 1, 7-11.
La liturgia de este primer domingo de Epifanía, centrada en el bautismo de Jesús por Juan el Bautista, pone fin al tiempo litúrgico de la Navidad. El Bautismo de Juan tenía un valor superior a los diferente ritos de ablución y purificación que hacían los judíos, especialmente los rabinos, en el Antiguo Testamento; Juan predicaba un bautismo de conversión y purificación moral, que preparaba al bautizado para formar parte de un pueblo limpio que esperaba la llegada del Mesías y el inicio de su reinado.
El evangelista san Marcos, dice: “Toda la población de Judea acudía a Juan para que él los bautizara”, pero entre todos los que buscaban este bautismo, destaca la persona de Jesús: “En aquel tiempo vino Jesús de Nazaret a Galilea y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu Santo bajando sobre él como una paloma. Se oyó una voz del cielo que dijo: “Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto”. (Marcos 1: 9-11)
Este hecho, nos llana poderosamente la atención y nos sugiere algunas preguntas. ¿Por qué Jesús tiene que bautizarse, si no tenía pecados, puesto que era Dios hecho hombre? ¿No es el bautismo un signo sacramental para quitar el pecado? ¿Cuál es la enseñanza que Jesús nos ofrece al buscar y recibir el bautismo de Juan?
Con su relato evangélico, san Marcos pretende hacernos conscientes de que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios; ahí está su centro de interés. Al presentar a Jesús buscando el bautismo de Juan junto con los demás judíos, no pretende colocarlo entre los pecadores con necesidad de arrepentimiento, sino hacernos entender el mesianismo de Jesús; por eso pone en boca del Bautista las siguientes palabras: “Detrás de mi viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de soltarle la correa de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, pero el le bautizará con Espíritu Santo”.(Marcos 1:7-).
Cuando Jesús pidió el bautismo a Juan, este quería impedírselo, pues sabía que no lo necesitaba, ya que era el Mesías Salvador, pero Jesús, de una forma imperativa, se hizo bautizar: “Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena”. (Mateo 3:15).
Pero, ¿de qué justicia estamos hablando? De la justicia de Dios que para salvar al esclavo ha humillado al Hijo. Y del que no tenía pecado lo hizo pecado por nosotros. Dios envió o su Hijo al mundo para cargar con nuestros pecados, por eso fue necesario su bautismo. “Jesús se bautiza no para el perdón de sus pecados, sino para confirmar la donación de su vida, para que los pecadores alcancen el perdón y la salvación. El cielo se abre porque el pecado de Israel lo había cerrado. La venida del Espíritu Santo confirma la reapertura de la comunicación entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad”
P.D. Que la lectura de esta litúrgia, nos haga reflexionar y sea motivo de agradecimiento hacia Jesús, el Mesías Salvador. Su amor hacia nosotros fue tan grande que no le importó nacer en un humide pesebre y padecer hasta ser clavado en una Cruz. A través de esa Cruz, nuestros pecados quedan perdonados.
Señor, dame luz para salir de estas tinieblas, tinieblas del olvido.