CREDENCIALES MESIÁNICAS
Una mañana Jesús se puso en camino hacia la zona sur del Jordán, donde Juan predicaba la proximidad del Mesías, preparándola con un bautismo de penitencia. Era aproximadamente el año 28 de nuestra era. Contaba Jesús unos 34 años.
El relato de Marcos (en el límite entre Navidad y el Tiempo Ordinario) es muy escueto:
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
Detrás de mí viene alguien más poderoso que yo,
ante quien ni siquiera soy digno de agacharme
para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo.
En realidad esto apenas tiene interés para Marcos. Es únicamente el escenario. Sobre este tablado, Marcos pretende escenificar la entrega de credenciales mesiánicas a Jesús. Juan no es el protagonista. Su interés está sólo en la confesión que hace del que viene detrás.
Entra, pues, en escena el más poderoso anunciado por el Bautista.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea
a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Pero tampoco el bautismo parece interesar en el relato de Marcos. El bautismo ocupa un lugar secundario.
![](http://www.dudimundo.com/gif/barras_separadores/imagenes/b_flor064.gif)
Resulta interesante que los liturgistas aprovechen la escena del bautismo de Jesús para hablar del bautismo cristiano; que, incluso, encajen el bautismo de Jesús en el tiempo de Navidad. Pero en el texto de Marcos no se justifican los comentarios bautismales.
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El texto nos lleva de inmediato a lo que parece ser el punto de mira del evangelista: las credenciales mesiánicas de Jesús, el testimonio del Padre sobre su Hijo:
Apenas salió (Jesús) del agua,
vio rasgarse el cielo
y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo:
—Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
![](http://hazdeluz.net/images/L29MC.gif)
Hay que reconocer que, en medios audiovisuales, la escena se prestaría para efectos espectaculares. Por de pronto se desenvuelve en un plano distinto al bautismo de Juan: Apenas salió del agua… La expresión establece un punto de separación entre el bautismo de Juan, visible para todos los presentes, y el testimonio del Padre, perceptible sólo para Jesús. Son cuadros consecutivos pero independientes, dentro de un mismo pasaje.
Pero ¿qué pueden significar las expresiones: el cielo se rasga, el espíritu baja hacia él en forma de paloma, y se oye una voz del cielo?
No se trata, por supuesto, de manifestaciones sensoriales: nadie del público ve ni oye nada. Son metáforas que intentan reflejar realidades de orden superior: en el ser más profundo de Jesús, y dándole plena documentación mesiánica, está su filiación divina; es el Padre Celestial quien lo testifica:
—Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
![](http://hazdeluz.net/images/L29MC.gif)
En vez de utilizar palabras propias, Marcos ha preferido recoger citas bíblicas, que constituyen la mejor exégesis del pasaje:
1ª: El libro de Isaías (63,19) profetizaba como exclamación anhelante de futuro; era tiempo de espera:
“¡Ojalá rasgases el cielo y descendieras!”
2ª: A su vez Joel (3,2) vaticinaba:
En el día del Señor derramaré mi espíritu…
3ª: El salmo 2,7 confiesa:
Voy a recitar el decreto del Señor: él me ha dicho:
Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
4ª: De nuevo el libro de Isaías (Is.42,1):
Mirad a mi siervo, a quien sostengo,
mi elegido, a quien prefiero.
Estas citas bíblicas de Marcos tienen la fuerza de un verdadero silogismo, que podría formularse así:
Los profetas vaticinan ciertas características
para el Mesías y para el tiempo mesiánico;
Estas características se cumplen en Jesús;
Por tanto Jesús es el Mesías.
Esta es la conclusión a la que quiere llegar Marcos: Ha finalizado el tiempo de espera. El anhelo se ha consumado. Con Jesús ha llegado el día del Señor, el tiempo mesiánico. Por medio de Jesús, Dios entra en diálogo con el hombre. Ese Jesús que
llegó desde Nazaret de Galilea
a que Juan lo bautizara en el Jordán
es el Hijo predilecto de Dios; sobre él reposa el Espíritu divino: tiene, pues, todas las credenciales para iniciar, como Mesías, la predicación del reino de los cielos.