, es la revelación suprema del amor de Dios encarnado en su hijo.
Ahora que sus labios no pueden pronunciar bellas parábolas, ni pronunciar mensaje alguno, el crucificado nos habla más que nunca del amor increible de Dios a toda la humanidad.
Ahora que sus manos no pueden bendecir a los enfermos ni sus brazos estrechar a los niños, el crucificado nos habla como nunca de la bondad y el abrazo de Dios al mundo entero.
Ahora que su corazón ha dejado de latir, el crucificado nos revela todo el amor que se encierra en él.
Hoy es dia de amar, agradecer y llorar de alegría.