Enamorarse de Venecia
Es la reina del Adriático, la inspiración del arte, la ciudad
que vive sobre el agua. Venecia. Amenazada de perecer
bajo el líquido que le dio vida, ha encontrado el antídoto
perfecto: el amor. Perdidas entre sus callejuelas, mil
historias de amor ocurren cada día. Historias que
traspasan su fuerza a los pilares que sostienen
esta ciudad.
Hay un lugar en el mundo que emana pasión, diría el poeta
Pedro Mir sobre Venecia. El encanto casi irreal que envuelve
a esta ciudad del norte de Italia, la convierte en uno de
los lugares más visitados del mundo. Quien se pierde
entre sus callejuelas se empapa de pasión por la vida.
Dicen los historiadores más románticos que Venecia fue
edificada por las ninfas, los más realistas datan su
fundación en el año 421 d.C., cuando los pescadores
del norte de Italia abrumados por los ataques de los
godos decidieron instalarse en las islas. Es la capital del
Véneto, una región próspera e industrial, frente a su núcleo
citadino que vive anclado en el tiempo.
Venecia es agua, agua es Venecia. No se pueden separar.
Desde que tome el vaporetto en la Piazzale Roma entrará a
formar parte de esta unión y sentirá que es recibido por
una gran isla flotante. Los 150 canales que conforman
Venecia regalan silencio a sus habitantes. Así es. Al no haber
vehículos de asfalto la contaminación acústica es nula.
Es la única ciudad europea cuyo nivel de ruido permitido es
cero decibelios, como una forma de proteger los edificios
antiguos. Hay que trasladarse caminando o en bote.
Los famosos vaporettos, versión acuática del autobús
urbano, recorren la ciudad en varias rutas y a un precio
muy asequible. El Gran Canal es una gran avenida. En forma
de “S” invertida divide la ciudad en dos núcleos urbanos.
Es, además, testigo y compañero de los más de 80
palacios que a lo largo de tres kilómetros viven a su
vereda. Todos los canales llegan al Gran Canal. Juntos
forman cerca de 118 islas conectadas terrenalmente
por más de 400 puentes peatonales.
Venecia es una ciudad diurna. Desde antes del
amanecer sus calles se inundan del bullicio de la urbe
que despierta. Usted puede recorrerla a pie. Todo está
relativamente cerca y ahí radica su verdadera esencia.
Lleve zapatos cómodos y un mapa para orientarse, pero
deje que su instinto le diga hacia dónde ir. No tema
extraviarse, lo que encuentre en el camino compensará
cualquier cosa.
En todos los distritos encontrará un restaurante o
trattoria en la que degustar una buena pasta, una típica
pizza o comida con toque italiano. La gran mayoría tiene
terrazas para que el visitante siga disfrutando del entorno.
Hay muchos puestos de comida, fruta y bebida para
aquellos turistas que no desean detenerse a comer.
La actividad es continua hasta el mismo anochecer.
El veneciano que trabaja de cara al turismo es
amable, encantador.
Ahora bien, no le pida a un “no turista” que le tome una
foto, porque con una tensa sonrisa le dirá: no. Imaginamos
que deben estar un poco cansados de tal marabunta
de visitantes Muchos de estos italianos que trabajan
en Venecia se desplazan cada día desde la ciudad
cercana de Mestre. La vivienda es muy cara y los
propietarios suelen ser extranjeros que vienen pocas
veces al año. Así por la noche la ciudad se queda para
los turistas que prefieren la tranquilidad de una cena
en una de las muchas trattorias repartidas por los
rincones citadinos, acompañados por el rumor de la historia;
asistir al teatro o ver una ópera, mientras que los más
animados pueden acercarse al casino o a alguno
de los bares más trasnochadores. Pero Venecia se
acuesta temprano.
Entender esta ciudad es muy sencillo. Está dividida
en seis sestieri o distritos: Cannariego, San Polo,
Santa Groce, Castello, San Marco y Dorsoduro. Cada
uno tiene calles, callejuelas, soportales y plazas (campos)
que parecen un laberinto inescrutable pero que siguen
la misma estructura. Cada barrio tiene varias plazas
que albergan una iglesia (Venecia es la ciudad del mundo
con más iglesias) y a su alrededor cafeterías, heladerías,
restaurantes y tiendas
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(Texto de la red)