La familia se sienta a la mesa, el padre parte y distribuye el pan entre sus hijos y dice: “Este es, hijos míos, el fruto del trabajo y del amor de vuestra madre y del mío”. ¿Suena extraño, verdad? Sobre todo en estos tiempos. Pero es exacto: ese pan simboliza el trabajo, la vida, el amor de los padres por sus hijos. Hasta podrían, en cierto modo, decir: "este pan es nuestra vida que se entrega por vosotros”. Es la ley del pan y de la vida; el sello que Dios grabó sobre el hombre el día de la creación: “Creced y multiplicaos. Comeréis el pan con el sudor de la frente”. Pan y vida se unen indisolublemente, hasta equipararse en un sentido profundo y creador, y hasta pueden identificarse en ese significado más hondo. El pan se hace vida, y ésta es fruto del pan.
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Esta metáfora, aparentemente simplista por frecuente, tiene también pleno significado en la persona de Jesús. También Él, al nacer, trae marcado en coordenadas de vida el sello de Dios, su misión: “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.10,10). Una vida que, en el texto de hoy, se confunde y se explica con el pan. Cristo, pan, vida, enviado del Padre: todos son términos equivalentes en su significado. Cristo es el Mesías, cuya misión es traer y dar la vida para salvar al ahombre.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
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Los judíos murmuraban entre sí y se decían:
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús no contesta inmediatamente a la duda que suscita su afirmación. El gran problema de la fe en Cristo radica en que el hombre, ‘hecho de barro’, repta, se arrastra como la serpiente del paraíso, incapaz de ver en Jesús el pan que baja delo cielo. Jesús sin embargo insiste en la necesidad de aceptar el pan del cielo, la carne del Hijo del hombre; es cuestión de tener, o no, la vida eterna:
En verdad, en verdad os digo:
si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre,
no tendréis vida en vosotros
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Pero luego el propio Jesús explica el sentido de sus palabras:
Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna
Ésta es, pues, la vida que nunca podrá tener quien rehúsa comerde este pan y beber de esta sangre: la vida eterna.Ciertamente los hombres podrán tener vida temporal sin este pan; mas es imposible que tengan la vida eterna.
Comentando este texto de S. Juan, concluye S. Agustín: Quien no come la carne de Jesús, ni bebe su sangre, no tiene en sí la vida; sí la tiene, en cambio, quien come su carne y bebe su sangre. En ambos casos se trata de la vida eterna.
No es así el alimento que sustenta esta vida temporal. Quien no lo toma puede vivir algún tiempo. Pero luego muere, sea por vejez o por enfermedad o por cualquier otro accidente.
Eso no sucede con este alimento y bebida, es decir, con el cuerpo y la sangre del Señor, pues quien no lo toma no tiene vida y quien lo toma, tiene vida, y vida eterna.
Lo explicará, años más tarde, San Pedro:“Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos” (Hech.4,12 ).