Hay en el evangelio de hoy un extraño tono de radicalidad, que Jesús intenta corregir. El propio Juan que, en otro pasaje evangélico, pretendía con su hermano Santiago ocupar los primeros puestos del reino, reclama aquí para “el grupo” la exclusividad en el don de expulsar demonios:
Juan le dijo: “Maestro,
hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre
y no viene con nosotros
y tratamos de impedírselo
porque no venía con nosotros.
Marcos muestra especial interés en recalcarlo: porqueno viene con nosotros. Aflora ya, al lado del mismo Jesús, el egoísmo de grupo, tan frecuente en todos los medios y en todos los tiempos. (Dejemos a un lado los “partidos” políticos, cuyo nombre describe ya la división egoísta: se vota contra todo proyecto, si no es de nuestro grupo).Interesa aquí la radicalidad religiosa, disfrazada con frecuencia de celo, de fe, de espiritualidad. No nos basta a veces pertenecer al “grupo” de Cristo, sino quequeremos el monopolio, la exclusividad; es el temor mezquino de la competencia, que parece llevarnos a “defender a Cristo” contra todos los demás, a tutelarlo, a “enseñarle a ser Cristo”, o a plasmarlo según nuestra imagen y semejanza. La historia de las religiones, sin excluir la católica desde sus comienzos, muestra una larga lista de incoherencias apostólicas. Confesamos que la iglesia es una, católica y apostólica. Pero todos los años, en el mes de enero, tenemos que celebrar un septenario “Por la unión de las iglesias”.
Ya Pablo escribía a los corintios: Me he enterado de que existen discordias entre vosotros, diciendo cada uno: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. [¡Qué parecido suena a: yo soy del PP, yo del PSOE…!] ¿Está dividido Cristo? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados invocando el nombre de Pablo? (1 Cor.1,11s)
Jesús dijo a Nicodemo: “El Espíritu sopla donde quiere” (Jn.3,8). Pero a veces se siente la impresión de que queremos enseñar a Dios a ser Dios. No aceptamos el “soplo” del Espíritu si no pasa por nosotros. Nuestra mezquindad de cristianos se asienta sobre la aspiración envidiosa de ser nosotros, solo nosotros, los cristianos auténticos y únicos.
José María Gironella escribió un libro que tituló “El escándalo de Tierra Santa”. Este escándalo es la división, la falta de unidad entre todos los seguidores de Cristo; y su expresión más visible, en Tierra Santa, es la Basílica del Santo Sepulcro, cuyo culto “se discuten” en proporciones muy diversas seis grupos de cristianos. La túnica inconsútil de Cristo troceada por sus iglesias es el símbolo.
La doctrina de Jesús es clara:
“No se lo impidáisK (hacer milagros),
pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre
y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
Pues el que no está contra nosotros, está con nosotros.”
La lección termina con una exhortación a convivir en paz y unión. El auténtico discípulo de Jesús debe tener la generosidad y liberalidad para aceptar el soplo del Espíritu, venga de donde venga. Sin estrecheces ni limitaciones mentales. La única norma de conducta para un cristiano es el mismo Cristo, su doctrina, la extensión de su reino: “el que no está contra nosotros, está con nosotros.”