¡Qué humano es el evangelio de hoy! Nada de prodigios incomprensibles, ni de insondables misterios. Sucedió “en aquel tiempo”, pero continúa sucediendo hoy, y creo haya sucedido siempre. ¿Protagonistas? El santo patrón de nuestra ibérica España y Juan, su hermano y benjamín del apostolado de Jesús.
Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen:
“Maestro, queremos nos concedas lo que te vamos a pedir.”
La presentación resulta un poco ingenua, infantil. Quieren la aceptación de Jesús antes de expresar su petición.
El les dijo:
“¿Qué queréis que os conceda?”
Ellos le respondieron:
“Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”
¡Casi nada! Aun no se ha proclamado el reino, y ya solicitan los primeros puestos. (¡Como siempre!). Sin embargo, algo grande presienten los Apóstoles. Caminan de Galilea a Jerusalén. Hasta los parientes de Jesús, galileos, le aconsejan que ‘se manifieste al mundo’ (Jn. 7,4). Y esta manifestación era, sin duda, más eficaz en Jerusalén que en Galilea: La mayor parte de los profetas habían actuado en Jerusalén. El mismo Jesús les habla con cierta solemnidad: “Hé aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre…” (Mc, 10,33). Presienten, pues, que algo grande va a suceder. Y hay que alegar méritos y preservar puesto. El favoritismo, el ‘enchufe’ , la corrupción no respeta ni la presencia del “Hijo del Hombre”.
La petición parecía demasiado burda, y descortés ante sus compañeros. Por eso “se acercan a Él” en privado, con cierto sigilo. Mateo suaviza la descortesía de los hermanos Zebedeo, atribuyendo la petición a su madre, Salomé. ¿Qué no hace una madre por sus hijos? Por eso se le perdona todo más fácilmente.
¡Pobre Jesús! Él, el Maestro, “que enseñaba con autoridad” (Mc.1,22…) y después de casi tres cursos sus discípulos no han aprendido los puntos básicos de la ‘doctrina cristiana’:
“No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber la copa que yo voy a beber,
o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?”
No sabían que “la gloria” inmediata, el trono de Jesús en Jerusalén, estaba preparado en lo alto de una cruz, y los primeros puestos, a derecha e izquierda, estaban reservados para dos ladrones.
Ellos le dijeron:
“Sí, podemos.”
Marcos escribe en Roma hacia el año 70. Santiago ha padecido ya el martirio. Por eso Jesús, mirando hacia el futuro y dando a sus palabras un sentido que trasciende la petición de los dos hermanos, puede corroborar:
“La copa que yo voy a beber, sí la beberéis;
y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado;
pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo,
sino que es para quienes está preparado.”
Naturalmente “los otros diez” se indignan. Están hechos de la misma pasta que los dos hermanos y aspiran igualmente a los primeros puestos:
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.
Con paciencia y delicadeza, Jesús reinicia, en el grupo de los Doce, su catequesis de ‘EGB cristiana’. Comienza con una referencia a las situaciones de opresión política del poder: Nerón en Roma, Herodes, Pilatos…
Sabéis que los que son tenidos como jefes de los pueblos, los tiranizan
y los grandes los oprimen.
La referencia sirve de contrapunto a la enseñanza de Jesús:
Vosotros nada de eso.
el que entre vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor,
y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos.
Dice un refrán latino: “Las palabras mueven; los ejemplos arrastran”. Y Jesús propone, como prueba de sus palabras, su propio modelo:
Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir
y a dar su vida en rescate de muchos.
Reiteradamente aparece en la Biblia esta idea de servicio de Jesús, hasta el extremo de dar la vida por los demás. Lo profetiza Isaías en la primera lectura de hoy (Is 53, 10s). Pablo constata este acto supremo de servicio, recordando que Cristo “siendo Dios, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Fil.2,8). Y el propio Jesús lo recuerda, como síntesis de su vida, momentos antes de su Pasión: “yo estoy en medio de vosotros como quien sirve (Lc.22,27)
Aunque la lección de Jesús es válida y conveniente para todo cristiano (y hasta para el que no lo es), no debemos perder de vista que los destinatarios inmediatos de dicha lección son “los Doce”, los que por vocación y profesión prometen seguir más de cerca a Jesús. Este seguimiento debe imprimir en la Jerarquía eclesiástica, sucesora directa de “los Doce”, un especial talante de servicio. Su misión radica, no en ‘dominar’ o ‘tiranizar’, como hacen los jefes de las naciones con sus súbditos, sino en el ministerio o servicio a la comunidad.
El mayor insulto que he oído, referido a un miembro de la jerarquía, suena casi a blasfemia en términos eclesiásticos: ‘¿Ese? Ese es un trepa’. Tal discípulo del Maestro, por muchos puestos que escale en la jerarquía, no ha iniciado todavía sus estudios de EGB cristiana en la escuela de Jesús. Frente a este insulto, seguramente veraz, vaya hoy—Día del DOMUND—nuestro aplauso generoso para tantos misioneros que, renunciando a puestos mejores y más cómodos, hacen la ofrenda de su vida al “servicio” del Evangelio. Y el título más evangélico y glorioso que oficialmente ostentan los Papas como divisa, es el de ‘Siervo de los siervos de Dios’, traducción directa de las palabras de Jesús: “El que entre vosotros quiera ser el mayor, sea vuestro siervo”