Finaliza hoy, en la liturgia, la lectura del evangelio de Marcos. (Los textos sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús se reservan para la Semana Santa y Pascua) .Y podríamos considera r esta última página como un test, un examen final de nuestra aplicación cristiana. No se proponen, como en un test, preguntas y opciones de respuestas. Es algo más sutil. Lo podemos denominar una“prueba de contraste”. Un contraste entre los letrados y una pobre viuda. Y entre esos dos extremos debe situarse el que quiera considerarse cristiano.
Hay que reconocer la inteligencia y santa sagacidad de Jesús. Jerusalén hierve de peregrinos dispuestos a celebrar la Pascua. Todos visitarán el Templo, centro neurálgico del país, y harán sus ofrendas, bien como precio de servicios recibidos (pagaderos sólo en moneda del templo) o como ofrenda voluntaria. Jesús se sitúa cerca del llamado “gazofilacio” o arca para las ofrendas. Es éste un excelente punto de observación para evaluar el mapa social de Israel. Jesús observa y comenta:
¡Cuidado con los escribas!
Les encanta pasearse con amplio ropaje
y que les hagan reverencias en la plaza,
buscan los asientos de honor en las sinagogas
y los primeros puestos en los banquetes;
y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos.
Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”
Parece una descripción paralela a la parábola del fariseo y el publicano. Las dos tienen lugar en el templo. Una en clave de oración y la otra en clave de limosnas. La alusión a las viudas no es casual. Marca el extremo opuesto en la prueba de contraste. Así la indica Jesús:
Estando sentado enfrente del arca de las ofrendas,
observaba a la gente que iba echando dinero:
muchosricos echaban en cantidad;
se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
“esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie”.
Porque los demás han echado de lo que les sobra,
pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
La viuda era en la Biblia el prototipo de la persona desamparada. Al fallecer el marido no percibía herencia alguna, quedaba a merced de la caridad o de sus propias fuerzas. El apóstolSantiago dice (1,27): “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas”.
Nadie, sino Jesús, se fija en la viudaSu miseria económica no le permite ofrecer más que unos céntimos, nada al lado de las grandes ofrendas de los ricos. La valoración de Jesús es, no obstante, contraria a la valoración general: el rico ofrece lo que no precisa, lo que le sobra; la viuda pobre convierte en limosna todo lo que tenía para vivir, da algo de su propia vida. El rico sigue aposentado en su riqueza; la viuda pobre queda sin nada, apoyada sólo en las manos de Dios.
No es extraño que Jesús sentencie:
Éstos (los ricos) recibirán una sentencia más rigurosa.”
Esta opción de Jesús por los pobres de la tierra, los humildes, los oprimidos, es la característica principal del Reino, la prueba que Jesús da de su mesianidad (Lc. 7,22). Y es el distintivo propio del cristiano. “Es mejor dar que recibir”, dijo Jesús. Dar, no sólo de lo superfluo, como los escribas; dar hasta algo de lo necesario, y sobre todo darse: dar tiempo, dar atención, dar amor.
En el fondo, la anécdota de la viuda pobre, que da todo lo que tenía para vivir, es la imagen misma de Jesús, que “siendo rico, por vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza”, dice Pablo (2 Cor. 8.9). Es más: ‘Jesucristo, siendo Dios, … se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres’ (Fil. 2,8ss).