La Medalla Milagrosa proviene directamente de la Santísima Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra. Es un regalo del Cielo que nunca ha dejado
de prodigar gracias maravillosas a través del mundo entero. Es un medio
sencillo y muy eficaz para beneficiarnos de la protección de María en
todas nuestras necesidades espirituales y temporales.
El 27 de noviembre de 1830, en la Capilla del convento de las Hijas de la
Caridad, rue du Bac en París, la Santísima Virgen apareció a Santa Catalina
Labouré (1806-1876) por segunda vez. Ese día, la Reina del Cielo Se manifestó
con un globo a Sus pies y sosteniendo en Sus manos, a la altura del pecho,
otro globo más pequeño que parecía ofrecer a Nuestro Señor con gesto de
súplica. De repente, Sus dedos se cubrieron de anillos y gemas de gran
belleza que irradiaban fulgores que se esparcían por doquier...
La Virgen posó los ojos en la humilde novicia que La contemplaba. He aquí,
le dijo, el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre las personas que
Me las piden... --«haciéndome comprender,» escribe la Santa, «¡cuán generosa
es Ella hacia las personas que se las imploran; cuántas gracias otorga a los
que se las piden; qué alegría Ella siente al darlas!»-- Las gemas que
permanecen a la sombra representan las gracias que olvidan pedirme.
En ese momento, se formó en torno a la Virgen un cuadro un tanto ovalado
sobre el que se leían estas palabras, inscritas en letras de oro:
¡Oh María sin pecado concebida,
rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
En una actitud que nos invita a confiar y acudir a Ella, las manos de María
descendían y se explayaban, tal como lo vemos representado en la medalla.
Sor Catalina Labouré contemplaba esta visión dichosa. Una voz le dijo:
Haz acuñar una medalla según este modelo; las personas que la lleven
recibirán grandes gracias, sobre todo colgándosela del cuello.
Las gracias serán abundantes para quienes la lleven con fe.
El cuadro parecía tornarse, y Sor Catalina vio, en el reverso, la letra M
rematada por una pequeña cruz, y debajo, los Sagrados Corazones de
Jesús y de María. El primero estaba rodeado de una corona de espinas,
y el segundo traspasado por una espada. Doce estrellas aureolaban el
monograma de María y los dos Sagrados Corazones.
Sor Catalina llevó a cabo fielmente la misión que el Cielo le había
encomendado, mas por humildad y por amor de la vida retirada, lo
hizo de tal manera que, hasta su muerte, nadie en derredor suyo supo
que ella era la mensajera escogida por la Reina del Cielo. Su confesor
recibía sus confidencias pero tardó mucho en creer en ellas.
A instancias de la Virgen decidió él por fin hablar del asunto a Monseñor
Quélen, Arzobispo de París. Corría el año de 1832. La medalla fue
acuñada y al instante se difundió prodigiosamente por todo el mundo,
acompañada de incesantes prodigios de curaciones, protecciones y
conversiones, al punto que se le dio el nombre de Medalla Milagrosa.
Llevemos esta Medalla de la Santísima Virgen con respeto, y repitamos a
menudo, con amor y confianza, la invocación con la cual nuestra
Madre Celeste quiere que Le pidamos Sus favores:
¡Oh María sin pecado concebida,
rogad por nosotros que recurrimos a Vos!.