RECUERDO Y ESPERA
Se inicia con el Adviento un nuevo curso litúrgico. Quiera Dios que al finalizar, podamos verlo retrospectivamente desde algún peldaño más alto: más alto en años, en bondad y -si es posible- en pacífico bienestar.
El Adviento [adventus en latín=‘llegada, venida’] tiene un doble aspecto, aparentemente contradictorio: es pasado y es futuro, es recuerdo y es espera. Y en este doble aspecto es verdadero: porque Jesús ya ha venido, sigue entre nosotros y un día volverá.
Adviento, por una parte, es tiempo de preparación a la solemnidad de la Navidad, en la que recordamos la primera “venida” del Hijo de Dios. Pero todos sabemos que en Navidad YA no nace Jesús: sólo celebramos su cumpleaños, conmemoramos su nacimiento hace algo más de 2000 años. Fue el inicio humano de Jesús, el Salvador. Y es justa nuestra alegría. “Pues si hacemos alegrías / cuando nace uno de nos / ¡cuánto más naciendo Dios!” (Cristóbal de Castillejo).
Pero este recuerdo de la venida navideña de Cristo dirige también la atención litúrgica hacia su segunda venida, al final de los tiempos. Sin duda de un modo más velado, menos bullicioso, pero real.
Este primer domingo de Adviento (y del año litúrgico) es como una especie de tráiler o avance que preludia la vida del Cristo Total, hasta su segunda venida; como si la iglesia quisiera resaltar que la meta no está en Navidad sino en la Parusía. Todas las lecturas de hoy—hasta en las formas verbales—apuntan hacia el futuro:
En la 2ª mitad del s. VII a.C. Jeremías (33,14-16) profetiza en Jerusalén y, como desde un primer “muro de lamentaciones”, espera la venida de los tiempos mesiánicos:
En aquellos días … haré brotar para David un Germen justo,
y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
… estará a salvo Judá,
y Jerusalén vivirá en seguro.
Y así se la llamará: "Yahveh, justicia nuestra."
Lucas, a su vez—hacia el año 80 ya de nuestra era—describe el juicio final también en tiempos de futuro, de un futuro definitivo, escatológico:
"Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
y en la tierra, angustias de las gentes,
perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
muriéndose los hombres de terror y de ansiedad
por las cosas que vendrán sobre el mundo;
porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
(Lucas 21,25-28;34-36).
La vida del cristiano cobra sentido a partir de estos dos momentos históricos: El nacimiento de Cristo nos diviniza; la parusía completa esta obra de redención. Pero entre las dos venidas de Jesús, la de Belén y la de la Parusía, no queda el vacío, sino la espera, que es siempre esperanza, es decir, la vida, nuestra vida. (Alguien dijo que nuestra vida no es más que ‘una sala de espera’, y en ella estamos situados cada uno de nosotros.).
¿Qué hacer durante este ‘adviento’ nuestro, “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”?(Oración de la misa, después del Padre Nuestro)
Nos lo dice Lucas. Después de marcar las señales previas al juicio final, aconseja:
"Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje,
por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida,
y venga aquel Día de improvisto sobre vosotros…
Estad en vela, pues, orando en todo tiempo
para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir,
y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre."
En realidad, en esta espera está también Cristo, presente en la iglesia, como su cabeza (Ef.5,23), y en la vida de cada cristiano. Cristo no se ha ido del todo, es el eterno caminante, que viene siempre a nuestro lado, como en un perenne camino hacia Emaús, hasta el final.
Pablo, en la 2ª lectura -1 Tes.3,12-4,2- recalca la misma idea:
… el Señor… fortalezca vuestros corazones para que podáis
presentaros santos e inmaculados a Dios nuestro Padre,
cuando venga nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Y concluye, como el mejor consejo para Adviento y para esa segunda venida de Nuestro Señor Jesús:
Por lo demás, hermanos,
os pedimos y exhortamos en el Señor Jesús
que el modo de proceder agradando a Dios,
que aprendisteis de nosotros y ya practicáis,
siga haciendo progresos.
Maranatha: Ven, Señor Jesús
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