La Santa Sede reconoce a la Estrella de la Evangelización: Santa María de Guadalupe
La Santa Sede a lo largo de la historia confirmó la importante evangelización que se dio gracias al culto Guadalupano, veamos sólo algunas de las intervenciones más significativas.
Remontándonos al siglo XVI, podemos contemplar en el Archivo Secreto Vaticano, el documento más antiguo que se conoce en donde el papa Gregorio XIII, en 1573 (tan sólo 42 años después de la aparición), otorgó gracias especiales a la remota y humilde ermita de “Santa María de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia messicana” según las modalidades acostumbradas, indulgencia plenaria y otras indulgencias.55
Si bien, muchos Pontífices otorgaron beneficios y gracias al Santuario Guadalupano de México, uno de los más importantes en este tema fue el papa Benedicto XIV, quien en 1754, concedió Misa y Oficio litúrgico a la Guadalupana. “La Congregación de Ritos hizo saber [...] que, examinados todos los documentos que había presentado, quedaba plenamente demostrada la verdad histórica de la Aparición [...] El 24 de Abril de 1754 dio la Congregación de Ritos el decreto con que aprobaba el Oficio y Misa propia en honor de la Virgen de Guadalupe; y mandaba que dicho Oficio se rezase el 12 de Diciembre con rito doble de primera clase y con Octava.”56
Pío XI en Carta Apostólica del 16 de julio de 1935 declaró a la Virgen de Guadalupe de México Patrona de las Islas Filipinas.57
En la época actual, tenemos varias intervenciones de los Sumos Pontífices, entre las más significativas están las palabras del papa Pío XII, quien el 12 de octubre de 1945 ofreció una Alocución transmitida por Radio, por el cincuentenario de la coronación pontificia de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México: “Y así sucedió –decía el Santo Padre–, al sonar la hora de Dios para las dilatadas regiones del Anáhuac. Acaban apenas de abrirse al mundo, cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito Juan Diego –como refiere la tradición– pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría.”58
El papa Juan XXIII, el 12 octubre de 1961, en la celebración del cincuentenario del Patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda América Latina, declaró: “«la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el Obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas [...] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas;59 el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.”60
El papa Pablo VI, en otro 12 de octubre pero del año 1970, en el 75º. Aniversario de la coronación pontificia de la Imagen, exclamó “La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe, tan profundamente enraizada en el alma de cada mexicano y tan íntimamente unida a más de cuatro siglos de vuestra historia patria, sigue conservando entre vosotros su vitalidad y su valor, y debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana”.61
Como decía al inicio de esta Conferencia, el papa Juan Pablo II siempre ha declarado la gran importancia del Acontecimiento Guadalupano, luz para la evangelización que ha dado frutos de salvación. Desde su primera visita pastoral a México, en 1979, Juan Pablo II fue directo y preciso al hablar sobre Santa María de Guadalupe como la Estrella que iluminó el camino de la evangelización; dijo el Santo Padre en aquella ocasión: “Nuestra Señora de Guadalupe, venerada en México y en todos los países como Madre de la Iglesia en América Latina, es para mí un motivo de alegría y una fuente de esperanza. «Estrella de la Evangelización», sea ella vuestra guía.”62
El Papa reafirmó la importancia del mensaje de Dios por medio de la Estrella de la Evangelización, María de Guadalupe, y su fiel, humilde y verdadero mensajero Juan Diego; momento histórico para la evangelización de los pueblos, “La aparición de María al indio Juan Diego –reafirmó el Santo Padre– en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”63
El Santo Padre continuó expresando con gran fuerza la importancia del Acontecimiento Guadalupano comunicado por el Juan Diego y confirmó la evangelización que nos ha sido donada por Nuestra Madre, María de Guadalupe; “Y América, –declaró el Papa– que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”64
A manera de conclusión
Por ello, es importante recalcar la importancia del Acontecimiento Guadalupano en la evangelización de todo un Continente y más allá de sus confines; a un mundo que tanto necesita de la unidad, de la paz, de la solidaridad y del amor, una verdadera conversión. Porque del hombre sencillo, humilde, de buena voluntad, lleno de ese amor de Dios que nos trae María en su regazo, pueden surgir las cosas más maravillosas a favor de una nueva humanidad.
Esto es lo que señala el mismo Santo Padre cuando con alegría y gratitud declaró: “Volvamos a Guadalupe. En el año 2002 tuve la gracia de celebrar en aquel santuario la canonización de Juan Diego. Fue una estupenda ocasión para dar gracias a Dios. Juan Diego, después de haber recibido el mensaje cristiano, sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo: «Te doy gracias, Padre [...], porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a las gentes sencillas» (Mt 11, 25). Y, en este misterio, María ha tenido un papel del todo singular.”65
Asimismo, desde el inicio de su pontificado, el papa Juan Pablo II nos ha expresado con gran fuerza: “no tengan miedo, no tengan miedo, abran las puertas a Cristo”. Por ello, quiero terminar con uno de los párrafos más bellos del diálogo entre la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego, el cual nos anima para continuar con la misión evangelizadora que nos ha sido encomendada: “«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón, no tengas miedo, [...] ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”